Refugio del Poqueira

4 y 5 de Junio de 2010

El viernes día 4 quedamos a las 16:00hrs en el cubo, para pasar una jornada y media, en pleno corazón de nuestra sierra, organizada por Carmen, verdaderamente inolvidable.

(Carmen, Paco, Gonzalo, Jesús, Javi, Gonzalo hijo, Elena, Elena, Raquel, Migue, Andrés, Luis, Lydia, Diego

Comentado por Diego Comentado por Carmen

Comentado por Diego

Amigos senderistas:


El pasados día 4, a las cuatro en punto de la tarde, nuestra compañera, y nunca bien ponderada amiga Carmen, nos había organizado jornada y media de total inmersión montañera en pleno corazón de nuestra Sierra, en el Refugio Poqueira. Como ya viene siendo habitual, Carmen ha tomado el relevo en cuanto a la animación de actividades de nuestra peña en alta montaña, y desde aquí quiero mostrarle, lo que supongo será compartido por todos vosotros, el agradecimiento y la consideración que sin duda merece.

Pues bien, hechos los preliminares, paso a relataros de forma breve y concisa lo acontecido en esta jornada y media. Reunidos en el Cubo los asistentes, completamos cuatro vehículos y pusimos rumbo a Capileira. Los conductores eran Carmen, Paco, Gonzalo y Jesús, y como acompañantes, Javi, Gonzalo (hijo), Elena, Elena, Raquel, Migue, Andrés, Luis, Lydia y un servidor.

Ya en el pueblo, nos tomamos un refrigerio y enfilamos la carretera que va para la Hoya del Portillo. Poco antes de llegar a la Hoya, aparcamos en una explanada, por cierto bastante concurrida de vehículos, cogemos nuestras mochilas y a por la vereda que discurre por la acequia alta.


La tarde es luminosa, la brisa sopla fresca y el campo está esplendente de olores y colores. A pesar de la sobrecarga de nuestras mochilas, nuestras siluetas se recortan livianas sobre el horizonte, el fino sendero que soporta nuestros pasos contribuye a esa sensación. Durante todo el trayecto nos acompaña el rumor del agua que en su alocado arremolinamiento nos trae ecos de pureza y fertilidad. Los arroyos brotan por doquier, proporcionándonos vistosas cascadas y abundante vegetación.


Paso a paso llegamos al que llaman cortijo de las Tomas, y es poco más o menos en este punto cuando comienza una dura ascensión hasta llegar al Refugio. A medida que nosotros ascendemos, el sol va descendiendo, y la luz acrisolada va dorando los paisajes.


Volviendo a temas más prosaicos, y después de un prolijo sistema de inscripción, se nos proporcionan las llaves de nuestras taquillas y la numeración de nuestros catres. Procedemos a deshacer nuestros equipajes y a acomodarnos convenientemente. Hay quien se da una duchita de agua caliente al módico precio de 2,50 euros la sesión. Otros corremos raudos a por la lata de cerveza para refrescar nuestros gaznates.


Un vistazo por los alrededores y al comedor, donde con la aportación de cada cual, nos espera una opípara cena. Gonzalo aporta unos tomates del tamaño de poco más de una uva, cosa fina. Delicatessen de los invernaderos almerienses, que por lo visto están causando furor en el Norte de Europa. Pastel de carne, embutidos, empanada “casera” del Hipercor, tortilla de patatas, solomillo rebozado, tortilla de espinacas trufada de piñones …. faltó el mejunje para el postre, pero bueno, otra vez será. Con semejantes viandas, algunos tuvimos problemas con la digestión, y por ende, con la conciliación del sueño, impidiéndome pegar ojo en toda la noche, a pesar de que Elena diga que ronqué, si lo hice, sería sin darme cuenta.


A las 6:30 hs. estaban tocando diana. Visita al señor Roca, abluciones matutinas y vuelta al comedor a por el café y una magdalena. Sobre las 7:30 hs., estamos dispuestos en la escalinata del Refugio, listos para partir. Falta Andrés, llegará después de unos pocos minutos, y nos ponemos en marcha, estos retrasos se convertirán en habituales durante toda la excursión.

Tan es así, que la foto de rigor en la cumbre, se la hará con sus compañeros reales de travesía, unos desconocidos que son los que lo acompañarían durante todo el camino, Nuestro destino, la cima del Mulhacén.


Al poco de iniciar nuestro camino, comenzamos a pisar las primeras manchas de nieve. Manchas kilométricas, que no nos abandonarán hasta llegar a las proximidades del Collado del Ciervo. La ascensión está muy concurrida, hay numerosos grupos de excursionistas diseminados por aquí y por allá. El presi, va ensimismado con el GPS, y parece que de momento vamos por buen camino. Por cierto, estrenamos walkis, y la verdad es que funcionan. ¿Vamos bien?, cambio. Hay que desviarse un poco a la izquierda, cambio. De acuerdo, cambio y corto…A la vuelta la conversación no sería tan correcta.


Pasamos como una exhalación por el refugio de la Caldera, semienterrado en la nieve, y casi sin sentir estamos en las inmediaciones del Collado del Ciervo. Estamos a escasos cuatrocientos metros de desnivel para hacer cumbre y decidimos parar a tomar un refrigerio.


Al fondo la laguna de la Mosca, azulea un poco por el centro, pero en su mayor parte es pura nieve, lo mismo pasa con la laguna de la Caldera. Concluida la ingesta, reiniciamos la marcha. Por la ladera que caminamos, que es la oeste, no pisamos nieve en ningún momento.


Migue, Luis y Gonzalillo van como las motos, en media hora coronan la cima y se ponen a descansar esperando al resto. En la cima ondea una bandera de Carmona. Por lo visto se trata de un grupo de esa localidad, que cuenta entre sus componentes con montañeros al parecer bastante expertos. Uno ha subido al Kilimanjaro, y le proporciona a Lydia alguna que otra valiosa información.


Hechas las fotos de rigor con nuestra bandera ASF en el monolito de la cumbre, nos disponemos para el regreso. La idea es descender suavemente por la loma de la vertiente sur hasta alcanzar una pista que sin mayores complicaciones nos aproxime al Refugio".

Si, si, entre el GPS y el ni puto caso que algunos le hacemos, el caso es que nos vemos metidos en una barranquera endiablada. Javi, cómo coño nos hemos metido en este berenjenal, cambio. El GPS marcaba un giro de 90º, pero los de cabeza han tirado por otro sitio, cambio. Los unos por los otros, y los otros por los unos, nos vemos obligados a tirar de cuádriceps y de rodillas y hacer una bajada del carajo, de esas que no se acaban nunca, por un terreno pedregoso y abrupto que carga nuestras piernas de lo lindo. Los pesos ligeros parece que lo soportan con mayor dignidad, los pesos pesados vamos echando votos, contra el GPS, los de cabeza, y tó lo que se menea.

Creo que fue Eva quien dijo que esta peña con un GPS en las manos era más peligrosa que una caja de bombas. Episodios como éste vienen a confirmarlo.


Por fin en el Refugio, lo primero es ir en busca de una lata de cerveza bien fría. Muy fría no es que esté, pero no estamos para poner muchos reparos. Reponemos electrolitos y tomamos un respiro sentados en la recacha de la entrada. Junto a nosotros hay un par de montañeros, uno de ellos lleva una camiseta con un letrero que reza “Peña de los biberones”. El hombre se queja de que no ha podido hacer cumbre, el compañero le consuela diciéndole que en otra ocasión será, que la misma montaña se lo irá pidiendo y se dejará hacer en otra ocasión. Este planteamiento, tan platónico, me resulta ciertamente poético, comparando a la montaña con esa mujer altiva y orgullosa que no repara en nuestras lisonjas y requerimientos, a pesar de todos nuestros desvelos y sufrimientos. Es su capricho, el que a fin de cuentas, determinará la conquista.

Ya descansado me decido por tomar una ducha de agua fría que me sienta divinamente. Ropita limpia y al comedor, donde damos cuenta de las sobras de la noche anterior. Una cabezadita ligera y a preparar el equipaje para el regreso. A las 16:00 abandonamos el Refugio y nos disponemos a buscar la acequia que nos conduciría hasta los vehículos.

Vamos cansados, pero satisfechos y contentos con la experiencia. Al menos a mi, este reencuentro con la naturaleza, me vuelve a reconciliar con la especie y me abstrae de tanta crisis, tanta barbarie y tanta desgracia como nos rodea. Por todo ello, otra vez, gracias Carmen.



Comentado de Carmen

El Mulhacen: la tumba del rey moro de Granada

En uno de los capítulos de “El Segundo Hijo del Mercader de Sedas”, un precioso libro escrito por el granadino Felipe Romero, se describe la comitiva funeraria del viejo rey Abúl-Hasan Alí, Muley-Hacén para los cristianos, que, según cuenta la leyenda, fue enterrado en las faldas de la montaña que tomó su nombre , el Mulhacen... Y dice así:

“Cruzaron por lo alto del cerro de los Machos y atacaron la cumbre por los Tajos Negros, laguna Hondera, Cañada del Borreguil y mirando hacia el Este, hacia la Meca, buscaron entre las rocas, apartando la nieve que había en la ladera, una cueva profunda, que ellos ahondaron con sus propias manos y allí pusieron al rey, al hijo del sultan Citiza Sa’d, al último monarca nazarí”(…)”taparon bien la cueva, arrastraron pesadas rocas, echaron piedras por todos lados, borraron incluso las huellas de sus propios pies y el cadáver del rey quedó perdido para siempre dentro de la mas alta montaña. Ni los egipcios para su faraones, ni Alejandro en Babilonia para su amigo Hefestión”(…)”pudieron hacer ni tener un sepulcro como el del postrero rey de Granada, al que ilumina el primer rayo de sol que alumbra cada día nuestro mar Mediterráneo y a todos los miles de hombres que pueblan sus orillas. Para él es el primer destello de sol de cada amanecida. Luego, al regreso, degollaron al caballo alazán negro del rey, para que nadie pudiera jamás montarlo y lo dejaron al borde del camino para que fuera alimento de los buitres”

Pues allí, en la cima más alta de la península, sobre la tumba del gran rey Muley-Hacén, hicimos cumbre 14 compañeros a eso de las once de la mañana del día 5 de Junio.


Habíamos partido el día anterior hacia Capileira donde dejamos los coches e iniciamos el ascenso hasta el refugio de Poqueira siguiendo siempre la Acequia Altera hasta el cortijo de las Tomas para luego acometer la fuerte subida hasta el refugio. Eran aproximadamente las 6 de la tarde cuando empezamos a andar. Este primer tramo no tiene ninguna complicación: se trata solamente de seguir la acequia que se va internando en el barranco con una imperceptible subida. Es un paseo agradable con el único inconveniente del peso que soportábamos en las mochilas con el equipo de montaña, sacos de dormir y todo lo necesario para pasar la noche en el refugio.


A eso de las 21:00h todavía no había anochecido- estábamos entrando por las puertas del Poqueira, que estaba repleto de montañeros de distintas procedencias, todos ellos dispuestos a conquistar la cumbre. A esta altura, 2.500m., apenas quedaba nieve, solo algún nevero que tuvimos que atravesar para acceder al refugio.


Después de instalarnos y cenar en el salón del albergue salimos a dar una vuelta para contemplar el fantástico cielo estrellado y estirar un poco las piernas antes de meternos en el saco.

Y tempranito a la litera. Unos durmieron mas, otros menos, otros nada....pero a las 6:30 estábamos tocando diana.


Desayuno en el refugio y todos preparados para salir a la 7:30 rumbo a la cumbre.

Decidimos subir por el barranco del río Mulhacen hasta la laguna de la Caldera para acometer desde allí la subida por la cara oeste y luego bajar por la loma del Mulhacen mucho más suave de desnivel aunque más larga de recorrido.


La subida es realmente espectacular. Hay mucha nieve teniendo en cuenta lo avanzado de la estación y que estamos en pleno deshielo: Sierra Nevada entera parece derretirse por sus laderas.


Hay agua fluyendo por todas partes, pequeños arroyos que aparecen y desaparecen entre túneles de nieve formando pequeñas cascadas y torrentes de corriente impetuosa que discurren bajo el manto de nieve que cubre toda la hoya.


Arriba, en las cumbres, el sol empieza a iluminar los contornos con una precisión prodigiosa trazando una línea de luz que se va haciendo más y más grande a medida que ascendemos.


Hay que ponerse los crampones, la nieve está dura y la pendiente es acusada. Nos vamos desviando hacia la derecha en dirección al Collado del Ciervo.


A nuestra izquierda queda la laguna de la Caldera apenas visible entre la nieve: un charquito azul turquesa entre la inmensidad del blanco y el refugio-vivac de la Caldera prácticamente cubierto todavía.


Alcanzamos el Collado del Ciervo y a nuestros pies se abre el fantástico panorama de la Hoya del Mulhacen,...


con la laguna de la Mosca, apenas visible, cubierta de nieve al fondo y, a su lado, la bellísima gran dama: La Alcazaba, siempre vigilante junto a su rey.


Hacemos una pequeña parada para reagrupar y comer algo antes de tomar la vereda que sale desde allí mismo y que asciende con una fuerte subida por la cara oeste de la montaña. La subida es larga y dura pero la hacemos de un tirón y, cada uno a su ritmo, vamos llegando a la cumbre uno tras otro. ¡¡Espectacular!! 3.478m., el punto más alto de la península y, después del Mont Blanc y el Monte Etna, la tercera cumbre más alta de Europa occidental: nuestro Mulhacen.


Es un momento magnífico en el que todo el esfuerzo realizado se convierte en una sensación de culminación y plenitud. Estamos eufóricos, hace un día magnífico, nuestra cumbre nos parece la cima del mundo y no nos cansamos de admirar tanta belleza. ¡Bendita montaña que nos regala estas imágenes, estos recuerdos que nos rescatan luego, día a día, de la rutina cotidiana!


Las fotos, la bandera, el bocata y …“a tirar pabajo”.

En principio la idea era bajar por la loma del Mulhacen, una ruta de descenso bastante larga y algo aburrida, es cierto, pero agradecida para las rodillas. ¡¡Pero no!!. Nuestra peña, haciendo honor a su larga tradición de “atrochar por donde se pueda” (lo de “grupo senderista” es un claro eufemismo porque desde luego no será porque vamos por los senderos), decidimos, con la inestimable aportación del GPS, todo hay que decirlo, bajar en picado hasta el refugio por una vertiginosa pendiente no apta para piernas temerosas. ¡Aquello no se terminaba nunca! El refugio se veía de vez en cuando, allí, al fondo, leeeejos, leeeejos… En fin, que una paliza de bajada, ¡que os voy a contar!

Sobre al 13:30h, fieles al horario previsto, llegamos al albergue, cansados pero contentos y felices y con las endorfinas por las nubes ¡que placer la cervecita al sol en las escaleras del refugio!.

Alguno se echó un rato a descansar, comimos, recogimos y, sobre las 16:00h, vueltos a cargar con todo el equipo emprendimos el regreso por la misma ruta de la Acequia Altera que, la verdad, es que se hizo bastante larga hasta llegar a los coches.

Despedidas, besos y abrazos y …
¡hasta la próxima cumbre compañeros!