Riópar

Del 8 al 10 de Abril de 2011

Quedamos el viernes por la tarde sobre la 21:00h en el pueblo de Ríopar para un mágnficio fin de semana, organizado por Lidia.

(Loli, Manolo, Jose Luís, Lola, Elena, Gonzalo, Diego,Elena, Andrés, juana Mari, Andresito, Jesús, Rafi, Inma, Domingo, David, Inmita, Pacoto, Vero, Alonso, Paco, Ana, Maty, Heny, Toñi, Macarena, Lidia)


Comentado por Ana Burgos

He viajado hasta el fin del mundo, Tierra del Fuego, en Argentina. Y, cómo no, quise conocer el principio de ese fin: el nacimiento del Mundo. Qué bonito nombre para un río y poder confesarle a cualquiera que tú estuviste allí, donde nace el Mundo.

Visité Riópar hace unos años y he vuelto ahora de nuevo cuando, desde la Peña, lo organizó nuestra andarina Lydia, alojándome en el mismo hotel de entonces. La primera vez me pareció un paraje precioso, con una paleta de colores de una increíble variedad de tonalidades otoñales: verdes, amarillos, ocres, naranjas, marrones…; un regalo de la naturaleza que nunca me canso de mirar cada otoño. Esta segunda vez, recordé aquellos otros momentos. Aunque la primera vez fui como una simple turista; sin botas, ni bastones, ni guía, ni peña.


Riópar viejo sigue en pie, y me recuerda a los pueblos de las películas del Oeste, lleno de calles polvorientas, vacío, donde corre el viento y todo es color tierra. Parece que en alguna de sus esquinas va a asomar de pronto un pistolero desenfundando su arma para medirse al más rápido.


Cuánta vida da el agua, cuánta vida da un río. Un pueblo de apenas un montoncito de casas, es capaz de atraer a gentes de todo el territorio, provocando un repentino aumento de visitantes, y hasta de encontrarte con personas conocidas (que se lo digan a Alberto). Estas oleadas humanas se traducen en riqueza, en trabajo para el personal de hoteles, restaurantes, guías, tiendas y hasta panaderías, donde todos los senderistas comprarán el pan para sus bocatas, o tortas a mansalva después de una larga caminata, para saciar la hambruna aunque, como se dice, hambre que espera hartura, no es hambre ninguna.

En un parque del pueblo cuyo nombre no recuerdo, esperábamos a los senderistas que se alargaron a la tahona a por provisiones para empezar el día por esos senderos. Yo, mientras, volvía a contemplar aquellas verdaderas obras de arte: rejas de hierro forjado con formas variopintas, de dragones, arañas, serpientes y no sé qué bichos más. Formas extraordinarias, moldeadas en la fábrica de bronce y latón de Riópar, provincia de Albacete. He leído por ahí que esta fábrica está considerada como la primera experiencia industrial de España, y la segunda de Europa. Es un elemento histórico único, abandonado desde su cierre en 1995. Creo que aún quedaba un Museo, pero no tuvimos tiempo de visitarlo; tendrá que ser en otra ocasión.


El Mundo nace en una cueva inexpugnable situada en lo más alto de un tajo que escupe agua por doquier, llegando en algunas épocas del año a reventar y vomitar verdaderas bocanadas de litros de agua, formando una preciosa cascada, que se estampará sin más remedio en una balsa y que ésta, a su vez, con el correr del agua, ha ido formando durante lustros el Río. Para subir a lo alto de la cueva necesitábamos un permiso especial y, además, era peligroso por lo resbaladizo del terreno, con piedras lisas como el mármol, pulidas por las botas de tantos andarines, así que optamos por no arriesgar nuestros culos y nuestros huesos, que habíamos olvidado asegurar.


Esta vez, con los senderistas en una excursión de adultos, la recorrieron unos niños: Alicia, de tan sólo once; Alonso, de diez, y, la más pequeña de todo el grupo, Macarena. A sus cuatro años, anduvo por esos montes, cruzó el río Mundo, subió y bajó durante no sé cuántas horas unos veinte kilómetros. Como dice el niño del anuncio, “no por ser más pequeño no se pueden hacer grandes cosas”. Su tío la animaba como hacía el padre con su hijo en la película “La Vida es Bella”, creándole la ilusión de ganar un premio. Maca fue todo un ejemplo de superación y como Forrest Gump, anduvo y anduvo y anduvo, y saltó y corrió con sus pequeños piececillos al lado de su tío, de Alicia, y de su amiga Elena, ya adulta, porque Maca es capaz de mantener con ellos una conversación de tú a tú y adoptarlos como amigos.

En el último cuarto de hora, quiso meterse en la mochila de su tío como cuando era pequeña. Tan reventada estaba que fue probar la mochila y dormirse profundamente, a pesar del poco espacio del que disponía dentro. Bastó un cuarto de hora de siesta para recuperarse totalmente y, al regreso de la excursión al hotel, poder irse con Alicia y su tito Paco al Spa para jugar en el agua como si hubiera dormido 10 horas y ya hubiera olvidado la paliza de todo el día. Yo, después de la excursión no pude más que ducharme y caer rendida en la cama hasta la hora de la cena.


Después del estrés del día a día, sumida en el caos de la ciudad, en el campo me gusta tomar todo con calma, y en las excursiones me gusta llegar la última, al sol de la tarde. Como dijo alguien, si no llego el último, pienso que hay algún detalle que me he perdido en el camino. Me gusta parar y contemplar setas con formas o colores que nunca he visto antes, olmos, robles, castaños centenarios, flores silvestres capaces de formar juntas el más bonito de los ramos y emanar el aroma más fresco;


... me gusta admirar renacuajos y ranas en las charcas, el planear de los buitres, admirar los ríos, las cascadas, y los valles en lo más profundo de un lugar, serpenteados por senderos y veredas, divisar pequeños cortijos encajados en los valles, me embelesan las montañas puntiagudas que parecen capaces de entrar por el ojo de una aguja, me asombran las nieves perpetuas, como si de glaciares se trataran; toda la naturaleza me atolondra, y mis retinas hacen que todo ello llegue a mi memoria para quedar ahí eternamente. Siempre me impresionan más los paisajes naturales que todo lo que pueda llegar a construir el hombre, imitando y desafiando a la propia naturaleza, y por muy buenas que sean las fotografías de la naturaleza, nunca tienen el color, el olor, la luz y el sabor pleno que pueden prestarle mis sentidos.

Maca lloró a borbotones, como lo hace la misma cueva del Río Mundo, cuando tuvo que despedirse de su nueva amiga Alicia, con la que compartió los senderos que iban “haciendo caminos al andar”, porque también se van haciendo amigos por el camino; y la pequeña Maca, por ir al lado de su amiga, no se daba cuenta de cuántos pasos daba, de cuántos kilómetros recorría. A Alicia también le costó separarse de Maca, pero con la sabiduría de una niña más madura, y la invitó a merendar un día en su casa.

A los pocos días de volver a casa, Maca recibió un enorme paquete donde venía un regalo: una medalla, entre otros objetos, como premio por ser la campeona de la excursión. No sospechó que había sido su tío, orgulloso de ella, quien le había hecho ese regalo como premio a la superación personal.

Alonso, a pesar de ser un niño, ya en la escuela había aprendido mucho sobre el río Mundo, y allí pudo ver todo lo que había leído en su libro de Ciencias Naturales (creo que ahora lo llaman Cosmos, pero yo soy de otro siglo) y así, orgulloso de su saber, poder explicar a su padre todos los conocimientos impartidos por sus profesores. También pudo demostrarnos sus habilidades en papiroflexia y crear formas de papel que parecían verdaderas criaturas, tal como las describiera Maca. Yo preferí callarme para no quedar en evidencia ante la gran ventaja que me sacaba Alonso en su sabiduría del Mundo.

A quien aún no haya frecuentado este sitio, se lo recomiendo. Yo siempre lo invitaré a visitar un lugar rebosante de agua, árboles y naturaleza por todos sus rincones. Y aunque hay algunos visitantes, aún no llegan a agobiar, aún sigue siendo un pueblo con un puñado de habitantes. En coche se llega hasta pocos metros del nacimiento aunque, si os gusta andar, existen muchas rutas interesantes para patear.

El último día de estancia en Riópar fue un día triste, no sólo por saber que aquello se acababa sino porque nos comunicaron que nuestra compañera Montse, de Control, había fallecido después de muchos años de sufrimiento.

Comentado por Maty


El Domingo fué un paseo tranquilo y relajante por el bosquesillo encantado,


Llegamos al estaque de los deseos ¡espero que las parejitas no se juraran amor eterno! Pa eterno otras esperas.....


Y alcanzamos nuestra meta: El nacimiento del Rio Mundo.


que quejicas somos ,que sale poca agua, ¿que queremos? ¡ Las cataratas Victoria!


Y decirle a Lidia que todo mu perfesto pero tuvo un defectillo que se le olvidó reservar para nosotros solos las pasarelas con vistas y nos encontramos con la cruta realidad de ser turistas pleveyos y alli estabamos rodeados de Buses.

Y como siempre se acaba el cuento llenando la panza y hasta otra. To Genial. Un beso patos y nos vemos.