Salida Internacional a Eslovenia

Del 18 al 23 de Julio del 2010

Comentado por Diego Comentado por Loli

Comentado por Diego

Subida al Triglav

Las etapas que nos conducirían a nuestra meta se iban cumpliendo, todo había sido calculado con una precisión encomiable. Loli se había volcado en la preparación del viaje. Las fechas, los hoteles, la mejor agencia para el alquiler de los coches, las diferentes rutas y excursiones a programar según las preferencias de los asistentes, la contratación de los guías… es como si tuviera Eslovenia en la cabeza, no sé si toda, pero desde luego las etapas de nuestro viaje estaban marcadas con un detalle exhaustivo. Eslovenia, el parque nacional del Triglav, en los Alpes Julianos, ese era el destino elegido para la segunda incursión internacional de nuestra peña.

Por fin llegó el ansiado día de nuestra partida. A pesar de estar todo previsto, el viaje no estaba exento de aventura. Nuestra llegada al aeropuerto de Treviso, localidad cercana a Venecia, no tuvo mayores complicaciones. Fue aquí donde nos entregaron los coches y tuvimos que valernos de nuestros medios para hacer la primera etapa, Treviso – Palmanova. Para empezar, la primera toma de contacto con nuestros vehículos, al menos para mí, resulta impactante. Me entregan una Audi A6 3000, tope de gama, con tantos botones, que en la semana que lo disfrutamos no nos dio tiempo a tocarlos todos. El problema es que es automático (por supuesto yo había pedido otro modelo, manual, pero estas agencias echan mano de lo primero que pillan), la primera vez en mi vida que cojo algo así. Menos mal que Raquel me dio las nociones básicas para poder arrancarlo y hacer los primeros kilómetros. He de olvidarme que existe el pie izquierdo, sin querer, se me fue un par de veces al freno y casi salimos despedidos por el parabrisas. Tanto cambié el chip, que cuando llegué a Granada y cogí mi coche, se me había olvidado donde estaba el embrague, pero bueno, eso es otra historia.

En principio llevamos un GPS, José Luis es el encargado de dirigir la expedición, le seguimos tres turismos y una Ducato (un furgón de nueve plazas con el que no contábamos de antemano). Llevamos cinco walkies, pero después de unos primeros contactos balbuceantes, nos quedamos incomunicados, algo no hemos hecho bien en la coordinación de las emisoras. Para rematar la faena, el coche de José Luis es detenido por los carabinieri, por lo visto va excesivamente lento, lógico, trata de no perdernos, pero con su detención ya se producen los primeros contratiempos. Los peajes de las autopistas se encargarían de disgregarnos definitivamente. La Ducato que conduce Manolo y un golf que conduce Gonzalo, van a su bola. Juan Antonio con un Fiat Panda, creo, y un servidor conseguimos contactar con el Peugeot de José Luis, que habrá de conducirnos a Palmanova sin mayores percances. Los otros dos sufren algún que otro despiste y llegarán con cierto retraso, un par de birras y algunos bocados más tarde.

Tras la noche reparadora, el día amanece con un tormentón de padre y muy señor mío. Cargamos nuestros vehículos y nos ponemos en marcha. Algunos deciden quedarse en Palmanova a escuchar una misa matutina. Saldrán más tarde. Afortunadamente la lluvia solo haría acto de presencia en esta ocasión, el resto de nuestra estancia gozaríamos de un tiempo espléndido. Ponemos rumbo a la frontera eslovena. Nova Gorica será el punto que nos servirá de guía para nuestros primeros kilómetros por tierras eslovenas. A partir de aquí la carretera se estrecha, la vegetación se adensa, y las curvas se sucederán cada vez con más intensidad. Jose Luis (el marido de Carmen, y que desde ahora denominaré JL para distinguirlo de nuestro compañero) ha descubierto que nuestro coche tiene navegador, y se afana en descifrar su funcionamiento. En cualquier caso, seguimos al coche guía, que por estas carreteras es difícil que se nos pierda, pues hay que ir lento, a ello también contribuye el paisaje, que nos va sorprendiendo a cada paso.


Los Alpes Julianos constituyen el extremo oriental de la gran cadena alpina, más al este aún quedan los Alpes Kamniško-Savinjski, con un carácter residual y montañas de menor envergadura, aunque también de gran atractivo por lo que he podido leer. Su orografía se ha ido esculpiendo a través de la eternidad por el hielo, el agua y el viento, aparte de esas fuerzas telúricas que bullen en el interior de la tierra. Estos elementos han tejido un entramado de valles, ríos, lagos y montañas adornados por una abundante vegetación, que ofrecen a los ojos del visitante una cantidad ingente de parajes de una belleza singular. A medida que vamos surcando los diferentes valles que nos conducirán a nuestro destino, observamos que cada uno cuenta con un lago de enormes proporciones, alrededor del cual se ha ido asentando la población autóctona. En Bled, el lago cuenta con una isla central sobre la que se asienta una iglesia.


Nos dirigimos al valle del lago Bohinj, según dicen el mayor de Eslovenia. Aguas de un verde intenso, rodeadas de frondosos bosques repletos de arboleda, nos brindan un auténtico paraíso del que lamentaremos retornar. En Ribcev Lav es donde se encuentra el hotel que nos acogerá durante cuatro noches, una menos para los que tenemos pensado ir al Triglav. Llegamos sobre el medio día, toma de habitaciones, descarga de equipaje, compra de comestibles en un super cercano, alguna que otra cerveza de rigor, y a por las mochilas.


Nos espera la garganta de Vintgar, un paseo que me recordará el del río Castril, pero de mayores proporciones. Para cumplir el plan de visitas previsto para este día, nos vemos obligados a acortar el recorrido.


Después de comer algo y hacer pequeñas incursiones en los parajes que nos rodean, nos dirigimos a los coches para poner rumbo a Bled, ya habíamos estado de pasada, pero ahora hay que visitar el castillo y navegar por su gran lago.



Algunos decidimos, que una vez vistos los alrededores del castillo, nos va a compensar más que pagar la entrada para visitar el interior, una buena terraza con vistas y algo fresquito que echarnos al coleto, el cambio climático también ha llegado a estas latitudes y las altas temperaturas se dejan sentir.


Nos internamos en el bosque que rodea el castillo y dejando de lado la escalinata que nos conduce hasta una magnífica terraza a las orillas del lago, bajamos campo a través disfrutando como niños y llegando al mismo lugar, donde podemos observar unas piscinas para disfrute de los bañistas dentro del mismo lago y unas magníficas vistas de los alrededores. Será aquí donde Juan Antonio fragüe una de las frases que repetiremos sin empacho durante todo el viaje: “El coca cola de la bailarina, lo pago yo”. No recuerdo de dónde ha sacado el chiste, pero parece ser que alguien se acerca a la barra de un bar junto a su suegra, mujer entrada en años, poco agraciada y algo velluda. En éstas un borracho que andaba por allí suelta la frase de marras, y el hombre muy ofendido le increpa que no se meta con la mujer, que es su suegra. Pero ¿Vd. ha visto dónde ha levantado la pierna?, le suelta el borracho al ver a la mujer levantar la mano por encima de su cabeza para llamar al camarero. La escalinata que luego habremos de subir, creo que es la misma en que los lugareños demuestran su amor a sus amadas, subiéndolas en brazos el día de su boda por los 88 peldaños que la jalonan, desconozco si la suegra va detrás azuzando, pero pudiera ser.

A estas alturas, el grupo se ha ido diseminando, unos pasean por el lago, otros se encuentran navegando por el mismo y otros decidimos volver para el hotel, que no se encuentra muy lejos, una media hora más o menos, incluidos despistes y demás imponderables.

Ya en Bohinjsko Jezero (el lago Bohinj. Para que os vayáis haciendo con el idioma, parece ser que funciona con distintas declinaciones, como el latín, y es de raíz eslava, es decir, ni papa), Elena y un servidor nos paseamos por los alrededores contemplando una magnífica puesta de sol. Nos preparamos para la cena, que tenemos contratada con la estancia, y ya todos reunidos cenamos en alegre tertulia. El día ha sido muy completo, no hemos llegado aún a los niveles de organización que se alcanzarán más adelante, cuando Juan Antonio consiga que todos los walkies funcionen a la perfección, JL haya descifrado el manejo del navegador, los chóferes nos hayamos acoplado con nuestros vehículos… pero no ha habido ningún contratiempo digno de mención. Cansados y contentos damos una vuelta por los alrededores, y a la piltra. Al día siguiente algunos tenemos que levantarnos antes de las 6:00 hs. A esa hora nuestro guía nos espera para conducirnos al Triglav. Además esa será la tónica tempranera impuesta por nuestra organizadora para todo el viaje. A pesar de nuestros ruegos y protestas, siempre se mantuvo inflexible y no hubo forma de que transigiera a costa de acortar un poco el programa previsto. Ya te digo, programa, programa, programa, ... La verdad es que al final, todos se lo agradecimos, pues gracias a su intransigencia, nuestra impresión de los lugares visitados fue de lo más completa.

Sobre las seis menos cuarto entramos al comedor, con las mochilas ya preparadas. Desayunamos y nos dirigimos a la salida. Al poco aparece nuestro guía, Urban, un tipo alto y esbelto, con el pelo largo y recogido en una coleta, con su mapa siempre en la mano. Tiene un no se qué viscontiano que resulta francamente perturbador, si habéis visto “Muerte en Venecia”, “Confidencias”, “La caduta degli dei”,… entenderéis de lo que hablo. Aparte del esloveno, maneja el inglés con soltura, como la mayoría de los eslovenos. Según nuestro guía argentino en Ljubljana, el 100% de los eslovenos maneja con desenvoltura otro idioma, no les queda otra si quieren entenderse con el resto del mundo. En cualquier caso yo contradigo esos porcentajes, en Most Na Soci al menos, pueblo donde cogimos un tren muy singular, había dos eslovenos que no entendían otra cosa, el Jefe de estación y el oficinista, exponentes de la etapa pro soviética y burócrata más lúgubre. Migue será nuestro intérprete de referencia.


Poco más tarde aparecerá un furgón con el que nos desplazaremos al punto de partida, Savica, a unos veinte minutos desde donde nos encontramos. La vía elegida para nuestro ascenso es la que denominan de los lagos, la más larga, aunque de menor dificultad que las que ascienden desde los valles del Vrata, al norte, o desde Rudno Polje.

Si queréis información detallada al respecto, acudid a este enlace:
http://www.komandokroketa.org/Triglav-Eslovenia/Triglav-Eslovenia.html


Los componentes de la expedición somos, Elena S., Lydia, Raquel, Elena H., Gonzalo, Juan Antonio, Luis, Paco, Migue y un servidor. Empezamos en torno a los 650 mts. de altitud, y para el primer día, debemos ascender hasta algo más de 2.400 mts. donde se encuentra el refugio que constituye nuestra primera etapa. Así pues empezamos subiendo y subiendo y subiendo…


Hayas y abetos sombrean nuestro caminar sobre un sendero estrecho y sinuoso que zigzaguea sin cesar. Aunque la subida es exigente, es bastante entretenida, las vistas que podemos contemplar de vez en cuando, la vegetación y algunos pasos ferreteados, contribuyen a ello, también, porque no decirlo, el porte atlético de nuestro guía, que hace las delicias de todas y de algunos. Alguien apunta que parece que nos encontremos en uno de los escenarios de Avatar.


En fin, paso a paso llegamos a Crno jezero, un pequeño lago donde existen pececillos que viven en su interior y que no llegamos a entender cómo han llegado a este lugar, a no ser que se hayan perpetuado a través del tiempo, cuando el terreno formaba parte de las profundidades marinas,…hace ya muchos, muchos, años, y se trate de una especie antediluviana que sólo se ha desarrollado aquí. Otro episodio, que hace del lugar un sitio de ciencia ficción. Pero como no sólo de ciencia ficción vive el hombre, tomamos algo de nuestro picnic y seguimos camino, por supuesto para arriba.


El bosque parece no tener fin, llevamos ya horas internados en él, y a pesar de que vamos cogiendo bastante altura, la frondosa vegetación arbórea, fundamentalmente compuesta de abetos, aún nos proporciona unos ejemplares soberbios.


Después de unas cuatro horas, llegamos a Dvojno jezero, parece ya que la vegetación va perdiendo fuste, aún estamos rodeados de bosque, pero a partir de aquí el paisaje empieza a cambiar, la naturaleza mineral empezará a predominar sobre la vegetal. A unos 500 mts. escasos tenemos un refugio el Koca, en el que pararemos largo rato y aprovecharemos para tomar algún refrigerio, y alguna que otra pivo (cerveza en esloveno).


A la hora de pelar la fruta recordaremos con nostalgia las navajas que Juan Antonio tuvo que abandonar en el aeropuerto de Málaga, tres creo que eran. Entre bocado y bocado nos parece oír voces amigas. ¡Coño! pero si están aquí los compis que habíamos dejado alegremente durmiendo en el hotel. Pues sí que les ha cundido. Según nos comentan han accedido desde otro punto más alto al que han llegado en vehículos motorizados. Carmen y JL sospechan que ha sido una argucia de los guías, por si alguno de los que nos dirigíamos al Triglav hubiera reconsiderado el tema y decidiera abandonar en este punto. Bien pensado, pudiera ser. El caso es que aquí no abandona nadie, y nuestras sendas vuelven a separarse de nuevo. Nos encontraríamos un lago más adelante, creo que en el Pot mimo Mocivca, pero ya de lejos, donde nos dimos el adiós definitivo.


Seguiremos pasando lagos, hasta contabilizar un total de siete, siendo el último el Zeleno jezero. Se comienzan a ver las primeras manchas de nieve, restos del último invierno. Las calizas toman posesión del paisaje, los brotes verdes van escaseando, como en nuestra economía, eso sí algunas zonas aparecen tapizadas con pequeñas florecillas de vivos colores a las que Luis y Juan Antonio no paran de hacerles fotos. Para los que os interese, os recomiendo este enlace: http://en.hribi.net/rastline.asp, están todas las florecillas con sus respectivos nombres.

Nos dirigimos a un collado, Hribarice, desde el que podemos divisar entre nubes el refugio que habrá de cobijarnos esa noche, Dom Planika, y la verdad es que las vistas nos desmoralizan. El refugio está en la quinta leche, y además tenemos una bajada del carajo que luego habrá que remontar. Ante el requerimiento que algunas hicieron a Urban para que les dijera cuánto tiempo faltaba para la meta, su respuesta invariable a partir de ese momento y siempre que se le hacía la misma pregunta, fue: 3 horas.


Sin llegar a la masificación, el conjunto de expediciones que van y vienen del refugio es abundante. A lo largo del filiforme sendero podemos contemplar grupos diseminados aquí y allá. El piso se conforma de caquiritas resbaladizas que ponen en peligro nuestro equilibrio. Urban nos hace una exhibición de destreza senderil lanzándose a tumba abierta por aquel terreno tan dificultoso. Los demás apretamos los machos y bajamos como podemos. Hay que ir dosificando las fuerzas, a partir de este punto nuestro grupo se irá estirando. Elena H., Lydia, Migue y el que suscribe decidimos imponer un ritmo más vivaz, Juan Antonio y Luis que van sobraos se van entreteniendo que si una foto aquí, otra allá Elena S., Raquel, Paco y Gonzalo se retrasan algo más y Urban los acompaña. El sendero está muy bien marcado y no ofrece pérdida.


Los dos o tres kilómetros finales se empinan de lo lindo. Juan Antonio pone la directa y casi sale corriendo, lleva un pulsómetro y dice que va a hacer no sé que pruebas, poniendo el corazón a tope, a ver si se le sale. Atravesamos por un paso aéreo ferreteado que nos procura un poco de respiro. Ya el tramo final hasta llegar al refugio es realmente penoso. Pero por fin llegamos. Cuando estoy llegando me cruzo con Juan Antonio que ha dejado la mochila y sale a la carrera para ver si hay que echarle una mano a alguien, me hace sentir un piltrafilla.

Tomo resuello, echo algunas fotos y espero a los siguientes. El refugio se compone de dos edificios principales, uno donde están la cocina, los comedores y algún dormitorio, y otro sólo de dormitorios, que por lo visto únicamente abren los meses de verano y no sé si alguno más, tiene un inconveniente y es que no hay agua corriente, al menos para uso de los visitantes, aunque están atendidos y limpios. Aparte tenemos un edificio que constituye una especie de vivac que permanece abierto en invierno, desatendido, y las letrinas, de las que emana un olor deleznable.

Si mal no recuerdo, la pivo está más barata que la botella de agua, a 4,5 € la botella de litro y medio de agua, así que me pido una pivo para ir recuperando electrolitos y ahorrar un poco.

Reunidos todos, tomamos posesión de nuestros catres, reservados de antemano y con sábanas y mantas en un estado muy aceptable. Nos cambiamos, organizamos nuestros cubículos y hacemos algo de tiempo hasta la hora de la cena, unos huevos con jamón (jamón esloveno, no os vayáis a pensar) que me sentarán divinamente.

Estamos cansados y al día siguiente hay que madrugar, así que nos vamos pronto a las literas. Urban nos ha emplazado a las 6 hs. ya desayunados.


Me cuesta conciliar el sueño, pero el cansancio por fin consigue vencerme. Al toque de diana nos levantamos prestos, organizamos nuestros petates y a por el desayuno, otros huevos con jamón, y un par de sándwiches para el camino. Acudimos al encuentro de Urban que nos espera con un nuevo guía, Bojan, un chico joven, moreno y de carácter alegre, delgado y fibroso y que anda como los gamos. La verdad es no sé cómo ha aparecido por aquí. Nos colocamos los arreos que hemos venido acarreando todo el camino, y que la verdad no sirven de gran cosa, el casco, el arnés y las cuerdas de seguridad.


Nos espera la vía ferrata que nos conducirá a la cumbre del Triglav. Tras caminar unos escasos metros, comienzan las primeras trepadas. La señalización es muy buena, y los apoyos están colocados de forma que se trepa con agilidad y sin gran esfuerzo.


Vamos dejando un mar de nubes a nuestros pies y la luz cobra unos matices dorados muy especiales. Me invade una sensación de plenitud difícil de describir. La cresta perfilada que hemos de atravesar antes de llegar a la cumbre es realmente espectacular, me siento como si flotase entre las nubes.


Al llegar a la cumbre hay una especie de bidón grande con cubierta cónica y una puerta, donde la tradición manda que los que suben por primera vez, se coloquen a la entrada dispuestos para ser azotados en el trasero por sus guías. Tres azotes harán que el bautizado de esta manera vuelva otra vez al Triglav. Cumplimos con la tradición y algunos le sacan cierto gustillo a eso de ser azotados, desde luego no me cabe duda de que esto de la montaña tiene cierto componente masoquista.


Fotos, sacada de bandera, fotos de grupo y para abajo. Si subimos con el sol a nuestra espalda significa que lo hicimos por el Este, la bajada la haremos por la cara Oeste. También está ferreteada y es algo más complicada que la subida, pero nos vamos defendiendo bastante bien, hasta ahora los arneses van de adorno. Sólo un paso requiere que se utilicen, para sentirte algo más seguro, pero la verdad no es que hagan mucha falta.


Tras una hora más o menos de bajada ferreteada, se acaban las destrepadas y tocamos suelo, si no llano, al menos uniforme. Relajamos la pisada y ponemos el rumbo de regreso. El leit motiv durante el destrepe y el resto de la travesía, será: ¡Paco!, ¡Paco!, ¿me recibes?, y Paco que nada, parece ser que los walkies vuelven a fallar. Creo que nos dirigimos a Planina Blato pasando por el monte Prsivec, deteniéndonos en una aldeilla encantadora con sus vacas, sus prados, sus arroyuelos y sus lugareños apacibles y serviciales y por Planina Pri Jezero, una especie de merendero de media montaña, con acceso únicamente a pie y con un lago que quita el sentido, donde nos sentamos largo rato, degustamos las pivos del lugar y algunos compramos un queso, a instancias de Urban, que después de pasear por toda Eslovenia, no resultó valer gran cosa. Previamente pasamos por un refugio en obras, pero no recuerdo el nombre, y no he conseguido localizarlo en Internet. El caso es que la caminata, descontando la subida y el destrepe del Triglav, durará unas seis horas, tres horas siempre que le preguntabas a Urban. La vuelta se hizo algo pesada, como todas las vueltas, pero los paisajes compensaron con creces el esfuerzo.

Cuando llegamos a nuestro hotel, y después de dejar las mochilas, Elena y yo cogemos los bañadores y nos vamos al lago con la intención de darnos un chapuzón. Se encuentra bastante concurrido, buscamos un lugar despejado y me doy una zambullida que me deja como nuevo. Una auténtica gozada. Elena, después de pensárselo bastante, no se decide. Cenamos en alegre contertulia, contándonos nuestras andanzas por esos montes eslovenos, preparamos la jornada del día siguiente, y después de tomar un poco el fresco en la terraza del hotel, nos vamos a la cama. Con esto damos por concluido el día y la primera parte de estas crónicas eslovenas.




Comentado por Loli


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