Vereda de la Estrella-Cucaracha-Aceral

9 de Octubre de 2010

Comentado por Rafa

Ya implantado el nuevo otoño Carmen y Raquel nos proponen una rutilla para complacer al personal de Andarina; la clásica Vereda de la Estrella hasta el refugio del Aceral.

A pesar de haber un gran número de inscritos en la peña, y ser una ruta asequible para tod@s, sólo un selecto grupo de pateantes nos dimos cita en El Cubo a las 8 de la mañana.

(Inma,Inma,Carmen,Raquel,Linda,Reyes,Alexander,Enrique,Antonio,Gonzalo,Heny, Pepe,Rafa,Miguel,Joaquin,Lidia,Mercedes,Loli,Arancha)



Nos juntamos veintiuno y una canilla (Chispas) y eso que hubo nuevas incorporaciones.

El Meteosat, la Aemet y todos los pronosticadores del tiempo nos anunciaron lluvia pero bien pertrechados llegamos al bareto del barranco de San Juán para dejar los coches aparcados e iniciar la marcha.

Era muy temprano y el día comenzaba apaciblemente luminoso.

Enseguida nos dimos cuenta de la intervención del “voluntariado” del Ministerio de Fomento, ya que la vereda presentaba un excelente aspecto. Bien señalizada y delimitada, ribeteada de muretes de contención, limpia y ensanchada con bloques de mampostería en los tramos que se deterioraron el año pasado por las lluvias.

La vegetación aún no tenía muy claro que estábamos en otoño y nos recibía con sus vestidos verdes veraniegos. A los robles, quejigos, almendros, cornicabras y rascaviejas que nos iban saludando se unieron más adelante los hermosos castaños.

Más avispados, los álamos ya empezaban a cambiar su atuendo verde por el amarillo y las zarzamoras, bien informadas de la estación actual, se esforzaban por ofrecernos sus oscuros y dulces frutos.

La hilera de andarines llegó la “Abuelo” donde, como es obligado nos detuvimos para reorganizarnos y para fotografiarnos con él.


En una hora estábamos en la desviación hacia el puente de los burros


y comenzamos la bajada que también la han dejado como nueva.


En unos minutos alcanzamos el río, el puente nos sirvió para hacer unos estiramientos. Aprovechamos la paradita para ajustar la ropa a la suave temperatura y para tomar unas bayas y frutillos secos para acometer la subida por Los Presidiarios.

Este tramo rompió el grupo. Cada componente cogió su ritmo y hala tó parriba.

Perdí un poco la noción del tiempo que estuve subiendo. El esfuerzo valía la pena pues como describió Santa Teresa:

Si para recobrar lo recobrado
tuve que haber perdido lo perdido
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado
Si para estar ahora enamorada
fue menester haber estado herida
tengo por bien sufrido lo sufrido
tengo por bien llorado lo llorado
Porque después de todo he comprendido
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido
Porque después de todo he comprobado
que lo que tiene el árbol de florido
vive de lo que tiene sepultado.


Para disfrutar lo alcanzado hay que pagar con el esfuerzo de llegar a alcanzarlo y al fin y al cabo llegar al collado del Cortijo del Peñoncillo y recrear la vista con la fastuosa panorámica justificaba el esfuerzo.


Allí oteamos la ruta que sube a Peña Partía y seguimos hacia le Refugio del Calvario, que alcanzamos enseguida.

El hermoso nogal que le da sombra a La Cucaracha nos dio la bienvenida ofreciéndonos unas exquisitas nueces.


Como la subida resultó mas corta de lo esperado y teniendo en cuenta que los “Andarin@s” están este año que se salen, seguimos hacia el refugio del Aceral, objetivo de esta salida, que alcanzamos ipso facto. También está recompuesto. Da gusto verlo tan limpio y tan nuevo. Veremos a ver cuanto aguanta los embistes del ganado gilipollas que en ocasiones aparece por aquí.


Tras una docta disertación –como no podía ser de otra manera- que di sobre los imponentes accidentes geológico-geográficos que nos rodeaban, volvimos a comer al refugio del Calvario.

El tiempo, que se había portado anormalmente luminoso y seco hasta el momento, nos dejó disfrutar de los manjares que cada cual portaba y tras el refrigerio – en el caso de algunos verdadero festín- empezó a avisarnos que estamos en otoño y que tenía que portarse como tal. Vamos que quería cambiar y ponerse juguetón.


Tras un rato de solaz y descanso decidimos echar tó pabajo. Y menos mal que lo hicimos pues a medio descenso hubo que echar mano a los chubasqueros y acelerar de lo lindo.


Al llegar al puente de los Burros los cuádriceps acusaban el esfuerzo de la bajada y hubo que estirar de nuevo

Y el tiempo definitivamente cambió:

Sopla el viento achubascado,
y entre nublado y nublado
hay trozos de cielo añil.
Agua y sol. El iris brilla.
En una nube lejana,
zigzaguea
una centella amarilla.
La lluvia da en la ventana
y el cristal repiqueteo.
A través de la neblina
que forma la lluvia fina,
se divisa un prado verde,
y un encinar se esfumina,
y una sierra gris se pierde.


Pero no fue tan hermoso como lo pintó Machado. Empezó a arreciar la lluvia y el viento, así que nosotros tuvimos que arreciar el paso para no ser menos. Una hora bajo un intenso aguacero nos separaba del bareto donde habíamos dejado los coches.


Afortunadamente no estuvo invitado a la juerga El Frío y terminamos bien húmedos pero sanos y sedientos – a pesar del agua- bebiendo unas ricas y nutritivas cervecitas.