Los Coloraos de Gorafe

11 de Abril de 2015

Comentado por Jose Antonio

Nos vemos a las 7:00h en el Cubo para dirigirnos en autobús a Villanueva de las Torres, lugar del que parte esta salida dirigida por Paco Burgos.


Dificultad:Media
Tiempo: 6 hrs
Distancia: 18Km
Tipo ruta:Circular
Inicio:Villanueva de las Torres

(Miguel, Loli, Manolo, Ana, Mati, Rafi, Jose Antonio, Mariluz, Rafa, Inma, Inma, Naxo, Juan, Lidia, Celiz, Luis, Araceli, Carmen, Heny, Mercedes, Andrés, Mª Carmen, Paco, Ana, Genaro, Macarena )

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Son las seis de la mañana y suena el despertador. Las dudas lógicas sobre si levantarse o no se disipan pronto, gracias a la ilusión acumulada en esta excursión a los Coloraos de Gorafe, que se ve incrementada por la posibilidad de compartirla con 30 personas más, compañeros en otras experiencias, con los que se van consolidando poco a poco los vínculos propios del afecto y la camaradería.

La partida es desde el cubo y allí llegamos a las siete menos poco de la mañana. Parece que no hay nadie y aparece un momentáneo desconcierto. Aparco el vehículo y veo que más adelante alguien sale de su coche con ropa de senderismo. Por la altura y el color del pantalón es, sin duda, Juan. Un poco más adelante, en la entrada al cubo, escondida a la avenida que la precede, se encuentra el resto del grupo. Algunas caras nuevas, como la de Genaro, junto al resto del grupo.

Iniciamos la marcha de noche y nos amanece poco antes de Iznalloz. Nos encontramos el pueblo con la soledad en sus calles propia de la hora y del día, pero con las farolas aún encendidas y con el encanto especial del casi estrenado amanecer. Rafa y algunos más intentan recuperar algo de las horas de sueño perdidas con el madrugón, pero las conversaciones ya son muy animadas. Rafa pide con poco éxito y con su habitual humor algo de silencio. Poco después y tras unas cuantas curvas llegamos a Villanueva de las Torres, donde recogemos a Paco Burgos, a su sobrina Macarena – la guía número dos -, Loli, experta en estiramientos, y algún familiar más.


Algunos se colocan las polainas antes de comenzar la caminata. Hay aviso de lluvia y es probable que ya haya barro. Comenzamos a andar por una brecha del terreno angosta, rodeada de un paisaje agreste, donde se dejan ver con facilidad las matas de esparto.


Poco después Luis nos enseñaría la forma de recolectarlo. En esta subida hay poco que reseñar porque andábamos ocupados decidiendo la mata a la que agarrarnos o, como Andrés, la forma de acortar el camino aún a riesgo de “despeñarse”. Alguna mirada atrás nos hacía disfrutar de buenas vistas y nos animaba a hacer cumbre, tras poco más de una hora.


Al llegar arriba todos pensábamos que había acabado lo peor de la andadura, pero Paco Burgos se encargó de eliminar todo atisbo de optimismo encaminándonos a un fuerte descenso, en el que Heny y Manolo, entre otros, nos enseñaron nuevas técnicas de bajada con distintas parte del cuerpo, poco habituales en el senderismo. Eso si, las vistas eran espectaculares y más que merecedoras de cualquier esfuerzo. Disfrutamos de la vista de un imponente cañón donde era fácil identificar distintos estratos, algunos de color rojizo o salmón, frutos de la labor del agua, el viento y otros fenómenos geológicos, que nos iba explicando Rafa de forma muy didáctica. Muchos estamos convencidos de que los Institutos perdieron a un magnifico profesor.


A lo largo del descenso todos aprendimos algunas técnicas de ingeniería para crear veredas donde no las hay, a golpe de repetidos zapatazos, buscando escalones de apoyo. Además la vegetación autóctona sufrió numerosas bajas, debido a los tirones indiscriminados de treinta individuos/as, acongojados por las empinadas laderas.


Al final llegamos a una pista de once kilómetros que nos llevó de vuelta a Villanueva de las Torres. Pero antes tuvimos que cruzar un río, unos descalzándose y otros en el cajón de una camioneta de un generoso vecino, tras lo cual Loli nos sometió a una tanda de estiramientos bajo los asombrados ojos de los vecinos del pueblo, cuyo gimnasio más cercano estaba frente a nosotros, en las tierras de labor del pueblo.


De Villanueva salimos en el bus que nos trajo, para llevarnos al Balneario de Alicún, donde llegamos hambrientos y sedientos, como tuvieron ocasión de comprobar los camareros, que no daban abasto tras nuestra llegada. Después de la comida unos se fueron directamente a la piscina a disfrutar de sus medicinales aguas y otros a ver una llamativa acequia natural de travertino por la que discurría agua caliente, algunos miradores y un llamativo dolmen. En el trayecto había una acequia que había que atravesar “sin pisar en lo verde”; varias caídas nos hicieron ver a qué nivel puede estar la incidencia del daltonismo en la peña.

Al final algunos decidimos acompañar a los que se quedaron en la piscina. Aprendimos rápidamente de una estupenda técnica de relajación en el agua que estaba practicando Miguel Serrano, consistente en ponerse un churro flotante en los pies y otro sirviendo de apoyo a brazos y cabeza, creando una estupenda cama flotante que pedía a gritos dejarse llevar por las tímidas ondas del agua, con los ojos cerrados. Como anécdota, decir que Lidia se mojó el pie y a los diez segundos recibió el aviso de que nos íbamos, comprobando que lo de quedarse hasta las siete era una broma. El resto estaba disfrutando de los cómodos sillones de la cafetería, compartiendo las bonistas experiencias del día.

Creo que todos hemos disfrutado, nuevamente, de una magnifica salida, con unos paisajes bellísimos y muy bien acompañados que nos ayudará a afrontar la semana con las pilas cargadas.

Gracias a todos los que hacéis posible, con vuestro esfuerzo y dedicación, estos momentos tan agradables y necesarios.