Sierra Martilla-Loja

6 de Abril de 2013

Comentado por Andrés

Quedamos en el cubo a las 8:30, para dirigirnos a Loja, donde nos esperaba Joaquín que en esta ocasión sería el guía. La ruta prevista de 5 horas y 18Km, se convirtió en 8 horas y 25 Km. Esto fue a causa de las lluvias caidas los días anteriores.

(Inma, Inma, Rafa, Mati, Joaquin,Manu, Maribel, Mercedes, Miguel, Jose Luís, Eva, Rocio, Loli, Andrés)

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Tras una buena temporada de lluvia, había que aprovechar el día soleado para patear el campo, que nos diera un poco el sol y matar ese color moreno que dan los tubos fluorescentes del lugar de trabajo. Como siempre quedamos en el Cubo para agruparse en los coches, que no están los carburantes para desperdiciarlos. Aunque algunos nos dirigimos directamente al hotel Manzanil de Loja, donde nos esperaba alrededor de las 9 de la mañana nuestro compañero Joaquín. Como dato señalar que cada día estamos más formales en otras excursiones quedar en la puerta de un bar y no tomar café, tostada, bocadillo, churros o productos típicos de la zona ni se pasaba por la cabeza. Retomamos los coche y atravesamos Loja, dejándolos aparcados una vez cruzado el río Genil.


Comenzamos a caminar por leves repechos, siguiendo el carril y las instrucciones de Joaquín en los distintos cruces. La ruta transcurría entre olivos y campos de labor (con esos espárragos listos para llevarlos a la sartén). A la hora y pico hicimos un alto en el camino para reponer líquidos y energía a base de fruta, frutos secos y demás cosas que aparecen en las mochilas. Tras el breve descanso a continuar caminando y disfrutar del buen tiempo.


La abundancia de lluvia de los días anteriores, y de todo el mes de marzo, nos permitió ver las fuentes de agua a pleno rendimiento, comentaba Joaquín que hace mucho tiempo que no tenían tanto caudal y el daño que hace el agua en los caminos. Nuestra compañera Mati citó: “Viendo el daño que hace el agua en los caminos, ¿qué no hará en nuestros intestinos?, por eso bebamos vino”.


Evitando los charcos del camino fuimos subiendo hacia nuestro objetivo el Conjunto arqueológico Sierra Martilla. Poco a poco empiezan a verse en lo alto de la meseta las inhumaciones individuales excavadas en la roca. En el extremo de esta meseta se encuentra el punto geodésico encima de los restos de una torre vigía musulmana desde dónde hay una impresionante vista al pantano de Iznajar y sus alrededores.


Buscamos un buen emplazamiento donde poder descansar e hincarle el diente al bocadillo.


Dejamos para después lo más llamativo de la necrópolis: los dólmenes. Situados en la zona más escarpada y con vistas al río Genil, hay sepulturas practicadas en cuevas artificiales, tumbas megalíticas en cuevas naturales acondicionadas para el uso fúnebre, sepulturas excavadas verticalmente en la roca con cubierta megalítica y una forma mixta de cueva artificial-megalito.


Continuamos nuestro camino de regreso. Lo de camino es un decir, porque: ¿para qué vamos a seguirlo si se puede atrochar por medio de un olivar?. Menos mal que no estaba arado. Y también es un decir porque las abundantes lluvias provocaron movimientos de tierra que se comió parte del carril (nuestro compañero Rafa nos lo explicó y hasta nos dijo el nombre técnico ¿cómo era?).


El intentar atravesar esta especie de lengua de tierra o barro nos hizo llenarnos del mismo hasta los… tobillos, duplicando o más el peso de nuestras botas, por lo menos las mías estaban completas. Menos las del Geólogo que apenas se las había manchado (otra aplicación más de esta disciplina científica a parte de la propia de poner nombres raros a todo).


Tras algún que otro titubeo a la hora de decidir cual era el buen camino, llegamos a un mirador sobre los infiernos bajos de Loja. Entre la altura en la que se encuentra, la cascada que forma un arroyo enfrente y el abundante caudal del río provocó diversas expresiones que es mejor no escribir.

La ruta se acerca a su fin, nos aproximamos al pueblo en hora de ver parte del encuentro entre Veteranos del Loja y Veteranos del R. Madrid. Aunque la motivación de tomarse algo fresquito no nos permitió ver como finalizó el encuentro. Lo de las cervezas al terminar la ruta no hace falta que lo cuente, que ya se sabe. Para los más golosos la ruta acabó en la Confitería Santa Teresa donde pudimos degustar y llevarnos a casa los típicos roscos del lugar.