Cumbres Verdes- Cahorros

8 de Octubre de 2011

Comentado por José Miguel

Nunca es tarde si la dicha es buena, así que aquí va el comentario sobre la bonita excursión que hicimos el 8 de octubre entre Cumbres Verdes y los Cahorros de Monachil. Yo, personalmente, no había hecho nunca esta ruta, y me pareció agradable, cómoda, de esas que se pueden considerar aptas para todos los públicos, y que cumple con todo lo que hay pedirle a una excursión de este tipo: vistas espectaculares, mucha vegetación por el camino, la mezcla justa de subidas y bajadas, así como de camino y vereda, y algún que otro paso complicadillo que le dé pimienta al trayecto.

(Antonio, Rene, Linda,Nicolas,Mercedes,Mati,Luis,Heny,Lola,Maria José,Hector,Inma, Blas,Virginia,Manuel,Ana,Reyes,Brahim, Elena Antequera,Carolina,Luis,Celia,Jose Luis,Lola,Javier,Miguel,Prima Ana,Jose Miguel)

La ruta tuvo un gran poder de convocatoria, pues el autobús contratado al afecto casi se llenó, y partimos cerca de la treintena de andarines (algunos novatos, como yo) pasadas las 8.30 hacia Cumbres Verdes. La mañana era fresquita, aunque todos sabíamos que el sol y el calor aparecerían después, porque ya conocemos el peculiar clima que tenemos, el de mayor oscilación térmica de España, con mínimas que, en octubre, pueden bajar de los 10 grados, para alcanzar después máximas de 30.

Comenzamos a andar pasadas las 9 a la altura de La Guitarra, guiados por Javi, que avisó de que sería una marcha tranquila, pues estaba convaleciente de un problema en un gemelo. Así que atravesamos la bonita arboleda de pinos de Cumbres Verdes y nos dirigimos hacia el Canal de la Espartera, bordeando la Fuente del Hervidero. Allí cogimos la pista hacia la Cortijuela, y apenas iniciada, nos desviamos por una vereda hacia el arroyo de Huenes. Ahí comenzó de verdad la excursión.

A través de esta senda nos dirigíamos, bordeando la montaña, hacia Fuente Fría. Durante un buen rato parecía que apenas avanzábamos, pues no perdíamos la vista de la Fuente del Hervidero y Cumbres Verdes y al fondo nos acompañaban las impresionantes panorámicas de de la Vega y parte de la ciudad.

El camino era agreste, pero muy llevadero, hasta que perdimos las vistas y nos adentramos monte arriba, en una zona boscosa, dejamos atrás el sol, que ya empezaba a pegar de lo lindo, y el camino nos llevó, sin apenas darnos cuenta, a Fuente Fría, donde paramos a comer. Ahí comenzó la segunda parte de la excursión, en la que cambiamos las panorámicas de la Vega y Granada por las de Monachil, que empezó a verse al fondo mientras nos dirigíamos hacia los Cahorros. Empezamos otra vez a bordear el monte por una vereda espectacular, como lo era la propia panorámica de nuestro amplio grupo, que se estiraba en fila india como un pelotón ciclista subiendo los Alpes (salvando las distancias, claro).

Y de ver Monachil en el horizonte pasamos a contemplar el precioso barranco del río y las paredes de roca que se alzan a los lados, y que tan famosa ha convertido la zona entre excursionistas y, sobre todo, escaladores. Bajamos hacia el río con un única dificultad en un paso de la vereda algo desprendido, y llegamos a la cabecera de los Cahorros de Monachil, de una belleza singular.

Allí, en la misma orilla del río hicimos otra paradita para comer que algunos aprovecharon para remojarse los pies tras ya varias horas de caminata arriba y abajo. Recorrimos el entretenido y estrecho sendero que discurre por el río, con sus pasos agachados o agarrados a los asideros de las rocas mientras veíamos, quizá con envidia, a los practicantes de escalada libre trepar por las paredes con mayor o menor fortuna y habilidad.

Llegamos al largo puente colgante (63 metros) , que a esas horas ya requería semáforos a ambos lados para regular el paso, y dejamos atrás los Cahorros, ya cerca de las dos y media, con más de cinco horas de marcha en las piernas y el sol de nuevo atizándonos de lo lindo, para llegar, sin ninguna duda, al mejor momento de la jornada, la invasión del merendero El Puntarrón, que se fue llenando de andarines con carteles invisibles en sus frentes que decían: ¡quiero una cerveza, ya!

Los del bar no paraban de sacar tercios de cerveza mientras sus oídos iban reproduciendo internamente el sonido típico, clinc-clinc, de las máquinas registradoras. Las tapas, además, estuvieron a la altura de las expectativas y salimos de allí bien reconfortados para coger el bus de vuelta en el pueblo.

Una buena excursión con un mejor final. ¡Hasta la próxima!