Intercajas Senderismo Asturias 2009

Tercera Jornada: Ruta del Bosque

30 de Mayo de 2009

Comentado por Loli

PICO SEN DE LOS MULOS. Si bien al final se decidió suprimir la subida a este pico por falta de tiempo, había que volver temprano para estar listos a las 7 para subir a la celebración en Covadonga.

Collada LLomena- Collada Granceno- Faldeo Sen de los Mulos- Tolivia-Puente Vaguardo.

Y la variante por la que más de la mitad de nosotros optamos:
C.LLomena-C.Granceno-Viboli-Foz de los Andamios- Puente la Huera

Ambas rutas tenían salida común desde la collada Llomena, por una pista de tierra con suave y constante subida hasta la collada Granceno (1195 m.), en la que vas contemplando bellos ejemplares de acebos, vegetación limítrofe del bosque de Peloño y algunas pequeñas chorreras de agua que se van formando en la margen derecha de nuestro camino. Sin perder la vista de los Picos de Europa, se deja a la izquierda la bonita majada de los Bedules, bastante ganado pastando entre estas hermosas cimas.


Llegamos a la gran explanada verde de la Collada de Granceno. De frente sigue la ruta hacia el pico Sen de los Mulos, a la izquierda hay una senda por la que se completa la ruta hasta Foz de los Andamios.
Domingo, en el desayuno, me explica esta ruta con una vehemencia y alabándola de tal forma que parecía que intentaba convencerme de hacerla, y, lo consiguió. Esta ruta suponía andar una hora menos ( sin subida al pico Sen de los Mulos en la otra ruta) y evitar una bajada en gran desnivel y algo “peligrosilla” en algún tramo, según comentaron, en cambio por esta puedes saborear a gusto el bosque de Peloño ( aunque por la otra también tuvieron su tramo por otra zona de Peloño), pasar por el pintoresco pueblo de Víboli y desembocar en la maravillosa Foz de los Andamios, terminando la ruta por el puente La Huera ( ó Güera) , que tiene bar, en lugar del puente Vaguardo.


Desde Collada Granceno torcemos a la izquierda por una senda en continua bajada, ( ya seguiremos bajando casi todo el trayecto), pero para nada penosa, a través del “Bosque Mágico” de Peloño.

El bosque de Peloño cuenta con 200.000 hayas. Ahora se encuentran vestidas de verde intenso para pasar al sobrio color pardo en otoño-invierno. El interior de este inmenso hayedo alberga una vegetación propia, la que permite la poca luz que dejan pasar los árboles, los musgos y los líquenes proliferan. Aunque lógicamente sombrío nos transmite un gran placer, límpido y luminoso. En este hayedo conviven ejemplares de todas las edades, los brotes nuevos de haya, los hay por muchos sitios, hay troncos fósiles tumbados y cubiertos de musgo, bellos y altos ejemplares en toda su plenitud y ejemplares abuelos que artos ya de crecer se dedican a enroscarse en sí mismos, engordan y se cargan de nudos llegando a tener formas siniestras. Parece como si a Peloño le gustaran las hayas, han colonizado el monte que le da nombre impidiendo que otros árboles se desarrollen, sólo los robledales resisten en los límites del bosque.

Finalizada esta senda llegamos a un cruce de caminos. A la izquierda se encuentra Víboli y como la ruta discurre por este pueblo, allí que nos dirigimos.

La aldea de Víboli se encuentra en medio de una verde y aterciopelada pradera, la Peña Vibolines la protege destacando sus paredes grises entre tanto verde. Se trata en realidad de un caserío pequeño, encantador, todas las edificaciones son de piedra, hórreos, paneras, casas y la iglesia. No entiendes como pueden vivir tan duramente los pocos vecinos que quedan ( en el censo de 2007 había 12, ahora parece ser que 7 ú 8), aislados en los nevados inviernos. Pero quizá sean ellos los acertados, han entendido que no hay precio que pueda pagar semejante belleza. Nos cruzamos con un tractor ó remolque que lleva leña y a tres de los vecinos que nos saludan con amabilidad. En realidad no atravesamos el pueblito entero porque resulta que la ruta no es por el camino que hemos escogido, es para el otro lado en el cruce, pero como es tan pequeño te haces una idea enseguida.

Ahora iniciamos una pista asfaltada ( ni se sabe en qué año) y muy estrecha, apenas para un coche. En todo el trayecto sólo vimos un coche y casi al final, llegando al desfiladero de los Beyos. Esta pista transcurre primero por el desfiladero del río Víboli ( en otros lados y en los paneles indica el río Cándamo) que lleva sus aguas hasta el río Sella, y que por este tramo discurre bastante profundo, escondido entre frondosa vegetación, enlazando a continuación en la misma pista con la Foz de los Andamios. Esta Foz es la caída natural que tiene la peña Subes sobre el río.


Caminamos bajo una pared rocosa, arqueada como si quisiera cubrirnos con su cresta saliente, de la que van cayendo sobre el camino largas enredaderas con bonitas flores. Los bordes de la carretera son un verdadero jardin, enormes helechos salpicados de las más diversas y desconocidas flores. Quizá la mayoría de ellas sean autóctonas, aunque también abundan los brezos de todos los colores. Las chorreras de agua abundan a nuestro paso, las cuales se deslizan por una verde pared de helechos y enredaderas.


A destacar una muy alta, con abundante agua deslizándose por una pared de verde musgo que destacaba sobre el color rojizo de la piedra.


El río a nuestra izquierda transcurre desde hace rato ya a nuestra vista, saltando las juguetonas aguas entre piedras y abundante vegetación. Todo ello contribuye a que nuestro trayecto sea de lo más refrescante y relajante siendo un estupendo bálsamo para el cansancio que nuestras piernas guardan del día anterior y un remanso enorme de paz para nuestro espíritu.

Llegamos descansados, pero ya sedientos, al desfiladero de los Beyos, en el puente Huera dónde hay un bar con el mismo nombre.

La palabra beyo no significa bonito, que por otra parte lo es y mucho, sino que deriva de “Beyu” que expresa, garganta, corte alto de las montañas, desfiladeros con montañas casi juntas formando un corte….

En el bar esperábamos encontrarnos nuestra cervecita de rigor pero al decir de algunos de que estaba calentona, cambiamos a vino de verano con bastante hielo. El señor que atendía el bar, parecía el dueño, era bastante calmado, no se estremecía por nada y ante tal avalancha de gente ocupando su comercio y su terraza optó por seguir a su ritmo normal y ya le podías pedir el vino veinte veces que al final te lo servía cuando lo creía conveniente. Lo mismo ocurrió cuando le pedimos aceitunas, le compramos un queso “Beyo” y le queríamos pagar. Buena táctica ante el tumulto de público, deberíamos aprender.

El queso de los Beyos es un queso menudo y rugoso, con una textura y color inimitable así como un sabor recóndito y mantecoso. Tenía que haber comprado alguno más.

Pasada una hora anduvimos por la carretera estrecha del desfiladero hasta un recodo dónde estaba aparcado el autobús y dónde llegaron los otros autobuses con el resto de compañeros.

En resumen, una ruta de cinco horas de marcha cómoda y relajante que nos permitió ir saboreando a placer todas las maravillas que se nos ofrecían a nuestro paso. Como todo en Asturias, bonita y gratificante.

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Esta noche era la celebración de la cena de despedida pero antes iba a tener lugar una misa en la Abadía de Covadonga, celebrada por el mismo abad y con los cantos de la escolanía de la basílica, todo un lujo según nos comentan ya que ellos mismos no suelen tener este privilegio. La misa también es un recuerdo al compañero senderista de Sa Nostra, Martín Terrasa. Antes de esta celebración visitamos la Cueva Santa con la figura de La Santina.

Estos días han representado para mí una experiencia nueva y muy gratificante. Aprovecho para dar las gracias a todos los que consciente ó inconscientemente lo han hecho posible.



Comentado por Loli