Ascensión al Aneto

16 de Junio de 2014

Comentado por Carmen

El Superviaje que realiza todos los años la peña ha sido al Pirineo Aragones donde nuestros amigos de la CAI, Jesús, Elena, Ricardo, Javier y Julian han hecho de excelentes organizadores.
El viaje ha sido del 14 al 21 de Junio y se han hecho rutas por la zona de Benasque: ascenso a la Tuca y al Aneto, senderismo por los Ibones de Batisielles y Escarpinosa, y por los Ibones de Forau d'Aigualluts y Col de Toro.
En la zona de Ordesa se ha ascendido a Monte Perdido desde el refugio de Goritz y rutas por la Senda de los Cazadores, Faja Pelay y Cola de Caballo

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Son las cinco de la mañana...

Oigo una alarma de móvil que suena anunciando la hora de levantarse y el interior del refugio empieza agitarse con los primeros sonidos de los compañeros que van despertando. Todavía desde mi litera, al abrigo de las mantas, miro hacia el ventanuco en la pared de enfrente y compruebo que no alcanzo a ver las estrellas: aunque aún es noche cerrada se nota que está nublado; mal asunto, las predicciones de la meteo no son buenas y puede que tengamos problemas en la ascensión si se complica el tiempo. No hay que pensar en esto ahora. Me levanto rápidamente, me visto con toda la ropa de abrigo que tengo en la mochila y me preparo para iniciar la jornada. ¡Tanto tiempo soñando con alcanzar la cumbre de este gigante y estoy a sus pies dispuesta a conquistarlo!…¡adelante, vamos arriba!

En el exterior del refugio el aire parece herir los pulmones con su pureza. Ya han llegado los guías Benito y Luis y todos los compañeros: los maños Jesús, Elena, Ricardo, Javier y Julián y los “granaínos”Diego, Elena, Lidia, Juan, Ana, Raquel, Araceli, Miguel y yo misma. Benito, el guía, se dirige al grupo para darnos las primeras instrucciones. Estamos listos para comenzar la aventura.


Iniciamos el ascenso desde el refugio de la Renclusa (2.140m) con las primeras luces del alba. Tenemos por delante un desnivel de unos 1.300m hasta los 3.404m en la cumbre del Aneto. Formamos una hilera con Luis a la cabeza y Benito en la cola y acompasamos el paso para iniciar la subida. Enseguida nos encontramos la primera pala con nieve dura y paramos para colocarnos los crampones: nuevas instrucciones, bastón al valle, piolet al monte, concentración, precaución… Estas primeras palas son muy verticales y avanzamos haciendo zig-zag, muy lentamente, acompasando el ritmo, probando la seguridad del equipo en la nieve, controlando, aprendiendo… Miro hacia arriba pero apenas puedo distinguir los contornos: la niebla, reptante y descendente, se extiende como una ola gaseosa que nos envuelve en una sensación de irrealidad, como si se hubiera curvado el espejo donde nos reflejamos y estuviéramos a punto de precipitarnos en lo imaginario, en lo irreal, en lo desconocido…

Pero continuamos ascendiendo a ritmo lento y en silencio, un poco más, unos metros más arriba… A medida que la niebla se hace más densa, empiezo a temer que el mal tiempo nos impida alcanzar la cumbre y , en ese momento, me viene a la memoria una de mis lecturas preferidas, “Los Conquistadores de lo Inútil” de Lionel Terray y una de las frases de este libro que me gusta especialmente: “alcanzar la cumbre de una montaña no es la meta de una ascensión sino la regla que pone final al juego”. Por eso, decido jugar y disfrutar del juego, la cumbre no es lo fundamental, ahora es este momento.

Alcanzamos el Portillón superior a 2.900m de altitud, la zona de acceso al otro valle y al glaciar del Aneto. Aquí hacemos una parada para tomar aliento y comer algo. Hace frío y la niebla persiste, lo que nos impide ver la cumbre que, en un día despejado, sería visible ya desde este punto. Difuminadas por la niebla, se intuyen montañas lejanas, inmensos espacios, blancos desiertos. Pero no hace viento, el día está quieto, impasible, como brillando en un fuego helado. Perfecto. Benito nos anima y dice, que si la cosa sigue así, podemos hacer cumbre a pesar de la niebla.

Pasamos el Portillón superior y, después de un corto descenso sobre roca pura, se extiende ante nosotros la huella en la nieve que atraviesa el Glaciar del Aneto. Siempre con Luis a la cabeza, el grupo inicia la marcha siguiendo esta senda para franquear el glaciar. Y una vez más Benito nos recuerda: concentración, precaución…

Atravesamos en glaciar sin dificultad. Aquí la pendiente es mucho más suave y eso me permite respirar mejor y relajar. Inicio sin darme cuenta una conversación silenciosa con la montaña y siento ese equilibrio interior que me proporcionan las cumbres y que no soy capaz de sentir en ninguna otra circunstancia. Recuerdo otra frase de otro libro, “Siete años en el Tibet” del alpinista austriaco Heinrich Harrer: cuando estás escalando tu mente está clara, libre de toda confusión. Estás enfocado…y, de repente, la luz es más brillante, los sonidos más ricos y te llenas de la profunda y poderosa presencia de la vida… Tal vez, en esta sensación radique el impulso que nos hace abandonar los tranquilos valles en busca de arriesgadas alturas a esta gran pandilla de locos, amigos del silencio, contempladores de montañas y estrellas, que andamos por el mundo buscando cumbres a las que encaramarnos.

Casi sin darnos cuenta estamos en el Collado Coronas (3.100m). Hacemos otra parada y Benito nos indica que debemos encordarnos para pasar este último tramo, apenas 300m de desnivel hasta la cumbre. Establecemos dos cordadas de siete personas en cada una de ellas siguiendo el orden riguroso que proponen los guías. Practicamos brevemente la reacción de la cordada en caso de caída e iniciamos la marcha a ritmo muy lento. Volvemos a subir en zig-zag muy concentrados y manteniendo la distancia apropiada en cada paso. Son los últimos metros, el último esfuerzo para alcanzar la meta. La niebla parece perder densidad y, en algunos momentos, conseguimos atisbar la cumbre cada vez más cercana junto con algún girón de cielo azul. Parece que las nubes se prestaran a hacernos hueco para dejarnos pasar hasta la cima. Continuamos ascendiendo a ritmo muy lento, apenas sin esfuerzo a pesar de la pronunciada pendiente y, de pronto…., casi sin esperarlo….estamos en la antecima del Aneto…¡¡¡lo hemos logrado, hemos conseguido la cumbre!!!.

Pero el Aneto guarda para el final la guinda de su escalada: el famoso Paso de Mahoma, una arista de apenas 40m de longitud pero extremadamente aérea y con impresionantes precipicios a cada lado. En Julio de 1842, en la primera escalada documentada al Aneto, Albert de Franqueville, bautizó el paso final a la cumbre como “Puente de Mahoma” conforme a la leyenda musulmana que cuenta que la entrada al Paraíso es tan estrecha como el filo de una cimitarra sobre la que solo pasan los justos.

Impresiona cuando lo ves desde la antecima pero impresiona más cuando lo estás pasando. No tiene ninguna dificultad técnica pero, desde luego, no es apto para personas con vértigo. No sé si hubiera sido capaz de de pasarlo si no es porque Benito y Luis montaron un pasamanos con la cuerda para que pudiéramos asegurarnos en los tramos más difíciles y por la confianza que siento en los compañeros que me produce tanta seguridad. El caso es que, sin pensarlo demasiado, me lanzo al filo de la cimitarra…¡¡qué subidón de adrenalina!!.

Lo atravieso sin especial dificultad con la ayuda de Luis el guía, de Jesús y de Miguel que viene detrás de mí dándome ánimos y controlando en todo momento. ¡Qué emoción! ¡Qué placer y qué miedo al mismo tiempo!, ¡Ahora sí que estamos en la cumbre del Aneto!...Abrazos, lágrimas, risas, sonrisas, fotos, muchas fotos… Es cierto que la cumbre no es el destino sino el pretexto, pero es fantástico poder llegar hasta arriba y conseguir disfrutar de este momento.

Además, la meteo parece que se alegra de vernos tan contentos y nos hace el mejor de los regalos: las nubes se elevan por un momento y dejan paso al sol que se asoma tímidamente entre las nieblas para permitirnos contemplar el fantástico panorama: las majestuosas cumbres de Pirineo Aragonés vistas desde la perspectiva de su pico más alto…¡¡un lujazo!!.

Disfruto de un montón de fantásticas sensaciones: le objetivo cumplido, el cielo tan cercano, las nubes a mis pies, la montaña, los amigos de siempre, los amigos nuevos… El ascenso del Aneto no solo ha cubierto mis expectativas, sino que las ha superado ampliamente y ha resultado una de las experiencias más emocionantes de mi vida.

Pero hay que pensar en bajar… Comemos algo, hacemos más fotos y nos volvemos a encordar para iniciar el descenso, primero hasta el Collado Coronas y desde allí bajando de nuevo en zig-zag por el glaciar hacia el río Barrancs y hasta el Plan de Aiguallut. El descenso vuelve a ser una emocionante aventura. En una de las paradas, nos quitamos los crampones y Benito nos propone hacer algunas prácticas de marcha sin crampones y técnicas de autodetención. Después nos internamos en el barranco del río Barrancs que viene muy crecido porque estamos en pleno “mayenco” y las nieves de las cumbres destilan espectaculares cascadas de agua hacia los valles. Tenemos que cruzar varias veces el río y, en uno de estos saltos, Javier tiene la mala fortuna de resbalar y caer golpeándose en el pecho y en un tobillo. No es grave, pero la lesión le obliga a abandonar las rutas de los días siguientes y regresar a Zaragoza.

Finalmente conseguimos llegar al parking de La Besurta, después de quince horas de marcha por parajes incomparables, cansados, muy cansados, felices, muy felices. Ha sido un día agotador pero repleto de fantásticas experiencias que creo que todos recordaremos con emoción el resto de nuestras vidas.

¡Gracias amigos por haber hecho posible esta aventura!