Aldeire-Morrón del Mediodía

21 de Febrero de 2009

Habiamos quedado en el cubo a las 8:30hrs, para dirigirnos al aera recreativa de la Rosandra, situada en el pueblo de Aldeire, desde aquí subiriamos al Morrón del Mediodia en una ruta guiada por Carlos y Rafa.

(Rafa,Eva,Javier,Miguel,Antonio,Antonio,Fernando,Ana,Inma, Carlos,Jesús,Carmen,Inma)


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Carlos: Riiiing, riiiiing,…me cagüen, ¿por qué coño me gustará tanto el monte?, con lo agustito que estaba yo en la cama, ¿es que no madrugo ya bastante entre semana? Que no, que no tengo remedio. De todos modos, el menú de hoy promete, así que pego un brinco y venga, pal cubo.


Llegando al lugar de la cita, me pregunto por la asistencia, que imagino volverá a ser escasa, y ¡sorpresa!, el asunto parece estar bastante más concurrido de lo habitual. Nos habíamos juntado unos 15 homínidos y homínidas de la autóctona especie montaniensis nevadensis, dispuestos a meternos un considerable meneíllo en nuestros cuerpos y mentes serranas, de acuerdo con el programa previsto.


Conforme nuestros vehículos van atravesando las antiguas tierras del señor marqués del Zenete, vamos divisando nuestro objetivo para la jornada: el señor Morrón del Mediodía, que lucía sus mejores galas, recibiéndonos por encima de un castillo medieval vestido con su inmaculado manto blanco tras las copiosas nevadas de los últimos meses; su norte, como siempre, nos amenazaba con su mirada entre feroces y abruptos tajos. Qué poca gente te conoce, pobreticos, no saben lo que se pierden quienes no te han abordado desde abajo, como dios manda, desde Aldeire, remontando el arroyo Benéjar, con su murmullo,…


Una vez en Aldeire, tomamos dirección al área recreativa de la Rosandrá, también conocida entre los lugareños por el Merendero, ya os podéis imaginar porqué. En este lugar, aunque podríamos continuar, dejamos los vehículos, porque para quién no lo sepa somos gente comprometida, con principios y que piensa que la cosa no tiene gracia sin esfuerzo.

Como ya se ha comentado, el paseíllo del tres al cuarto que nos íbamos a meter en el cuerpo al objeto de ir desentumeciendo músculos con vistas a futuras hazañas de mayor sustancia y enjundia, no tenía desperdicio, consistiendo básicamente en “hacernos peazos” con unas 7 horitas de caminata en las que ascenderíamos desde los 1300 m del lugar donde se dejaban los coches hasta los 2756 m del Morrón del Mediodía, con la posibilidad de “acercarnos” al vecino San Juan, si la cosa nos parecía poca. Todo ello, con abundante nieve y fuera de veredas y caminos marcados, más bien estilo “patapum parriba to tieso”, que también para quién no lo sepa es nuestra modalidad preferida.


Pues eso, que partimos siguiendo la pista que paralela al arroyo Enejar sube directamente al cortafuegos que tenemos justo enfrente y por debajo del canuto norte del Morrón. Una vez llegados a la confluencia de los barrancos de los Pasillos y de los Tejos (cabeceras del Enejar), dejamos la pista que asciende por la izquierda y vadeamos el cauce por un puentecillo mu´ bonico, ascendiendo por las ruinas de un cortijo la loma que separa ambos barrancos: ¡¡lavín qué vista!!, “toas las nortes” de la zona frente a nosotros.


Hasta que llegamos a la pista forestal que atraviesa todo el Zenete desde la carretera de la Ragua a Jeres del Marquesado. Nos encontramos a 1680 m y ya sólo nos queda la despreciable cantidad de 1100 m para hollar la cima.


Tomamos el cortafuegos de la forma antes mencionada, to tieso, dejamos una balsa de agua nada más empezar y despreciamos algo más arriba una vereda a la izquierda que se adentra en el pinar para respetar los principios antes mencionados. Alcanzamos el borde superior de la repoblación sobre el cortafuegos y acometemos el nervio que baja de la divisoria, en lugar de seguir la imaginaria vereda, no visible por estar completamente cubierta de nieve, evitando así las temibles fauces del susodicho caballero ya por todos conocido.

¡Qué ganas tengo de entrarte por el canuto central, algún día te vas a enterar!


Iniciamos una travesía sesgada hacia la derecha por encima de los corrales de Prado Largo, hasta alcanzar unas rocas a unos 2300 m, en las que se pensó hacer la parada del hijo puta, que luego no resultó ser tal, pues sirvió para dar buena cuenta de las viandas y manjares propios de estas ocasiones. El momento fue también propicio para que un personaje del todo impresentable al que voy cogiendo cierto cariño, y que se hace llamar cucuito, nos obsequiera con una exhibición de sus encantos a modo de “tocino veteado pata negra”, del que un servidor por cierto tampoco anda escasillo.

Tras el festín, ya sólo quedaba el último empujoncillo y en un salto alcanzamos la divisoria por encima del Collado del Lobo (2480 m), para remontar luego al este hasta hollar (por cierto, ¿alguien sabe cómo se escribe, con ll o con y?) la cumbre (2756 m).


Y ahora ya os podéis imaginar, los abrazos, sonrisas, grititos de alegría y demás gesticulaciones y comentarios varios propios del momento, las fotitos, ozú que estrés, venga que se nos hace tarde, que se acaba la cerveza en el bar y vámonos pa´bajo.



De este modo, por el mismo sitio, obviando la opción de la alemana conocida por el individuo anterior dada la abundante cantidad de nieve acumulada, se decidió desandar lo andado,...


...salvo para la bajada del cortafuegos, en la que esta vez sí se optó por imitar a los únicos tres homínidos que ya en la subida dieron muestras de ser los más sensatos.

¿Qué paradoja no?, tanto esfuerzo realizado para luego deshacerlo, estos homínidos montaniensis están como putos cencerros es lo que debieron pensar los animalillos del bosque que seguro nos contemplaron desde algún lugar ocultos a nuestros ojos.


Hubo quien no pudo resistir la tentación y se dejó deslizar en improvisado trineo por las laderas nevadas, aunque estas exhibiciones es mejor dejárselas a nuestros peques, como objetivamente pudo comprobar la protagonista un rato después.

Nota aclaratoria:
Los que estuvísteis en la excursión y leáis esta crónica estaréis pensando que qué fantasma es el que escribe, y lleváis razón porque este último párrafo, es decir, el inmediatamente anterior, es todo mentira, vamos que no hicimos cima, pero bueno he pensado que así la crónica quedaría mejor, porque realmente no se hizo, pero se podía haber hecho perfectamente sin problemas e incluso me atrevería a decir que sin crampones en el breve plazo de una hora y media más, la nieve estaba perfecta para ello, pero como la mayoría no quiso, pues nada, que renunciamos.


Pienso que todos los que subieron hasta aquí sin excepción podían haber hecho cumbre de forma fácil, sólo con un pequeño esfuerzo físico adicional. Quizá sólo faltó un poco de convicción mental, la que seguro no faltará la próxima vez.

El resto, ya se sabe: ¿todo esto habíamos subido?, joder qué máquinas que estamos hechos/as, anda por qué no se adelanta alguien, coge el coche y sube por la pista a recogernos al pie del cortafuegos, etc, etc.

Y después las cervezas, las tapitas de rigor, la euforia cada vez más incontrolable, la exaltación de la amistad, las exageraciones de la incomparable proeza conseguida,…

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado, especialmente para el que suscribe, que durante unos mesecillos pasa a dedicarse a otros menesteres.



Comentado por Carlos