21 de Abril de 2018
Promotor: Miguel Serrano
Comentado por Jose Antonio
Todo empezó con dudas. Un vistazo a la web dos día antes y solo estaba apuntada María José: El sábado a las 8.30 estaba Luis –sin Mati-, Miguel Serrano, Raquel, Inma, Mariluz, Loli y José Antonio….Ahhh y Nala y Tuca. Llegamos al Barranco de San Juan y comenzamos a andar.
(Miguel Serrano, Inma, Raquel, Loli, Luís, Jose Antonio, Mari Luz, Mª José, Tuca, Nala)
DESCRIPCIÓN
La mañana estaba nubosa y con buena temperatura, pero había ganas de andar. Loli nos contó cosas del viaje a Sicilia, Luis nos dio detalles del fin de semana en Laujar y todos teníamos cosas que contar y oír, después de tanto tiempo sin vernos. La verdad es que la vereda se hizo muy llevadera.
Cuando llegamos al desvío que lleva a la Cuesta de los Presidiarios, decidimos continuar por la Vereda de la Estrella y hacer el camino a la inversa, como ya viene siendo tradicional en la Peña.
La verdad es que la Vereda estaba bellísima, muy verde, con cascadas que se echaban en falta estos últimos años y con mucha agua en el río, hasta el punto de cuestionarnos si iba a estar el puente que debíamos cruzar para llegar al refugio del Aceral y la Cucaracha. Puente en el que hicimos la primera parada importante del día, para beber agua y reponer fuerzas.
Por el camino nos encontramos una serpiente medio aletargada; dudábamos si era una culebra o una víbora. Creo que, por el tamaño y la forma de la cabeza, era más bien una culebra. Tuvimos otra de animales con Tuca de protagonista persiguiendo ladera arriba y, más tarde, ladera abajo a una joven cabra montés.
La cuesta hacia el Aceral la subimos a buen ritmo, disfrutando de unas preciosas vistas del Mulhacén y la Alcazaba, cada vez que parábamos y nos dábamos la vuelta.
También disfrutamos de nuevas cascadas cargadas de agua. Tras un receso en el Aceral llegamos a la Cucaracha, donde comimos y descansamos. El refugio estaba limpio y recogido; lo acababan de dejar, cuando llegamos, un grupo de la Universidad.
En poco más de dos horas llegamos al “Chiringuito del Señor Amable”, que esta vez estaba muy simpático. Nos tomamos unas birras y disfrutamos de una animada charla, antes de emprender el camino de regreso.
Qué bien sienta una buena andada en buena compañía, con unas cervecillas al final del camino y una buena tertulia. Como decía un amigo “la felicidad está en las cosas pequeñas”
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