Por los alrededores de Castril

5 de Noviembre de 2011

Comentado por Lola

Tras la ventosa y lluviosa tarde del sábado que llegamos a Castril city en la cual disfrutamos de un paseo por sus bonitas calles, tomamos algunas fotos, degustamos sus buenos vinos y compramos a discreción sus embutidos caseros –la señora de la carnicería estaba encantada viendo como su mercancía iba menguando por momentos-, convinimos en separarnos en dos grupos al día siguiente para las excursiones: por un lado “los kamikaces” se irían a la ansiada Empanada cuya receta elaborada por Lidya encontraréis en Andarina; por otro “los rezagados” haríamos una ruta por los alrededores de la bonita localidad con un guía de superlujo, Chencho, persona oriunda y muy docta en la historia, aventuras y desventuras de la tierra que lo vió nacer.

(Chencho, Loli, Reyes, Heny, Jesús, Rafa, Mercedes, Loli, Alicia, Celia, Luis, Ana, MªJosé,... Lola, y Hugo, nuestra mascota de 4 patas)


Un cielo azul limpio y una temperatura templada nos dieron la bienvenida en la mañana del domingo y fueron el marco en el que se desarrollaría nuestra pequeña aventura castrilense.

Con un espíritu abierto y unos oídos atentos a todo lo que Chencho nos iría contando, emprendimos la marcha. Nuestro guía buscó el lugar mas idóneo para que gozásemos de la primera sorpresa del trayecto: el embalse de Portillo. Nos topamos con un paisaje de ensueño y pudimos contemplar desde esa aventajada posición conocida como Los Santeros, como las tranquilas aguas iban describiendo su cauce en forma zigzagueante dejándose llevar por la original forma del terreno que le servía de lecho.
Desde allí divisamos el Cerro del Buitre y también el paraje de Las Tabernillas situado en la zona terminal del pantano. Mas de uno se imaginó navegando en un kayak.

Chencho nos señaló la situación de la Empanada pero solo pudimos imaginarla ya que una densa niebla la cubría (en ese momento estábamos muy ajenos a lo que nuestros compañeros “los kamikaces” estaban cocinando allí ….. ¡¡¡pobrecillos….!!!!).

Sinceramente fue difícil no quedar sobrecogidos por semejante belleza. Expandimos nuestros pulmones con bocanadas de aire limpio y fresco y echamos unas fotos.

Pasado un rato reanudamos nuestra marcha por el campo pasando por cortijos cuyos dueños que se afanaban en sus rutinarias tareas, saludaban con cariño a nuestro cicerone mostrándose muy contentos de volverlo a ver y sorprendidos por el grupo de seguidores que le acompañábamos.

Pronto llegamos a la ermita de la Virgen de la Cabeza tan sencilla como acogedora: una visita fugaz y a seguir….

Andando que te anda llegamos a la parcela que Chencho y familia tienen en las afueras de Castril, en plena naturaleza, con un privilegiado enclave desde el cual se puede disfrutar de las vistas de Sierra Nevada, Cazorla y la sierra de Almería; vimos también como el pueblecito nos hacía guiños desde lejos.

Nos invitó a pasar y le tomamos la palabra en 0,2; algunos sentíamos la “llamada de la naturaleza” y vimos una estupenda oportunidad para “cambiar el agua al canario”.

Estuvimos charlando animadamente alrededor de su maravillosa piscina, viendo como Hugo corría y corría de un lado para otro con ojos suplicantes dirigiéndose a todo aquél que estaba partiendo nueces que habíamos encontrado por el camino…. Se zampó un buen puñado abusando de la generosidad de Alicia, Reyes, Mercedes, etc.

Nuestra ruta continuó por la zona de los molinos en la que destaca el llamado Molino de las Tres Piedras.

Poco a poco nos acercábamos sin saberlo –al menos los que no habíamos estado nunca en Castril-, a otro de los tesoros que guarda este bello municipio: una zona digna de grandes aventureros como los de Andarina…. En ella nos aguardaba l Túnel de la Cerrada del Río, excavado en una montaña rocosa que atravesamos a oscuras, agachando las cabezas en ocasiones, atraídos por el impresionante sonido de una cascada que encontraríamos al otro lado. No hay palabras: es necesario sentirlo en directo.

Tras concluir otra sesión fotográfica para inmortalizar el momento, volvimos sobre nuestros pasos para seguir disfrutando de la vista del agua que discurría con cierta bravura. Esta vez lo hicimos desde las Pasarelas del Tren, de madera, estrechas, emocionantes….. tanto como los diversos puentes colgantes que igualmente tuvimos que atravesar para desgracia de Hugo al que tuve que transportar en brazos… Al pobre le faltaron uñas para incrustarlas sobre mi piel –tipo crampones- por si acaso se caía….. ¡¡Éste no sabe donde se ha metido….!!

De este modo llegamos a la vieja Fábrica de la Luz donde en su día se producía electricidad con el agua del río, hoy convertida en el Centro cultural Carlos Cano en el cual se realizan exposiciones y otros actos municipales.

La parte mas intrépida de la excursión iba llegando a su fin y nuestra mascota suspiraba aliviado. Chencho nos condujo tras bajar de un mirador desde el cual estuvimos contemplando el iluminado pueblo y su peña, a una zona recreativa donde se encuentran las piscinas municipales. Dimos un agradable paseo por un parque circundante cubierto por una alfombra otoñal de hojas secas…. ¡¡¡Otra alegría pa el cuerpo con ese bendito día que nos hizo!!!!

Hugo corrió a sus anchas para soltar la adrenalina que había acumulado en las “zonas peligrosas” sin olvidarse de ir “marcando territorio” en cada árbol que encontraba….

Helo aquí que fue precisamente en ese parque donde se encontró con otro senderista perruno que ya no nos abandonaría mas… Mediano, de color canela claro, de ojos eternamente mansos –como los de una buena persona-, encontró en nosotros una buena compañía y un poquito de calor por las cucamonas que le íbamos haciendo.

Se notaba que era buen conocedor del lugar y pronto tomó la delantera y se puso donde Chencho a modo de perro pastor.

Nos adentramos en el pueblo pasando por los barrios mas humildes como el llamado Hondo Bajo y poco después nos encontramos delante de la iglesia con sus fuertes muros y bello pórtico; tuvimos la ocasión de verla iluminada la noche anterior.

Allí nuestro guía nos ilustró sobre una de las artesanías mas populares de Castril: el vidrio; muy cerca de la iglesia pudimos ver un muro con incrustaciones de este material a modo de muestra.

Bien, pues ya habíamos agotado mas de cuatro horas de caminata y casi todos andábamos visualizando la cervecita de rigor con la que solemos clausurar nuestras salidas, cuando de pronto oímos a Mercedes que imploraba por continuar andando, ¡¡¡esa es mi Mercedes!!!!, y subir a la Peña de Castril que corona una estatua del Sagrado Corazón de Jesús....

Nos resistimos unos momentos porque la imagen de la cervecita estaba muy viva en nuestra mente reclamándonos atención, pero finalmente accedimos porque todos estuvimos de acuerdo en que no debíamos dejarnos para otra ocasión esta última sorpresa.

Haciendo caso omiso de las señales que advertían de que no se podía pasar porque el acceso a la peña se encontraba en obras y era peligroso, Chencho en un alarde de valentía se ofreció como “cabeza de turco” para el caso de que alguna autoridad municipal detectase nuestra infracción.

Nos encaminamos poco a poco hacia la cumbre no sin antes pasar por algunas vicisitudes que soportamos estoicamente, en lógica congruencia con nuestra actitud desobediente a lo que indicaban las señales. Tuvimos que derribar una valla por un lado para poder colarnos por un estrecho paso en el que se quedaban enganchadas nuestras mochilas ya que había arbustos antipáticos que nos recordaban nuestra gamberrada.

Pasamos por suelos provisionales hechos de chapa y movedizos que mostraban algún agujero peligroso de pisar, pero ello no consiguió que cambiásemos ni un ápice nuestra intención.

Una subida bien empinadita y vertiginosa que casi todo el grupo abordamos –perros incluídos- nos condujo directamente a la cumbre de la peña: allí pudimos sentir de cerca la energía del Sagrado Corazón que bendice con sus manos el pueblo de Castril.

Heny y yo, sin pretender ser irreverentes con semejante presencia, nos sentamos a los pies de la roca que le sostiene y aprovechamos para mordisquear unos bocadillos que yacían olvidados en el fondo de nuestras mochilas y que el hambre de los perrillos nos hizo recordar. Bocao pa ti, bocao pa mi, dimos cuenta de los suculentos manjares que por poco se ponen manidos….

Cumplidas todas nuestras expectativas sobradamente y satisfechos todos nuestros deseos, cogimos camino abajo hasta la plaza del pueblo donde entramos en el bar de un amigo de Chencho que nos deleitó con sendas tapas de carne en salsa pa chuparnos los dedos de los pies….. Ni una miga de pan quedó después del frenético mojeteo del que hicimos gala…..

Ello fue preludio de la abundante comida que nos había preparado la gobernanta del restaurante donde nos alojamos, una señora encantadora y entrañable que no vamos a olvidar fácilmente. Nos dio un trato maternal y nos fue trayendo viandas exquisitas mejorando la siguiente a la anterior que habíamos tomado…. Así hasta el postre y los chupitos.

Gracias Chencho por habernos hecho pasar este finde inolvidable y trasládalas a tu paisana de nuestra parte. Amenazamos con volver otro día y llevar con nosotros a “los empanados” que vaya ratito que nos hicieron pasar a algunos…

Gracias también por haberme tranquilizado en mi larga espera de la que no me quejo por larga sino por inquietante…. Por un momento me imaginé buscando el cuartelillo de la Guardia Civil, llamando al 112, etc a medida que la noche iba avanzando sin noticias de los “desaparecidos” que, gracias a Dios y a que son unos montañeros como la copa de un pino, aparecieron por fin dándonos una gran alegría.