Cerro de las Empanadas

5 de Noviembre de 2011

Comentado por Lydia

Unos vienen de Granada, otros han dormido en Castril, pero todos tenemos especial gana, de acometer esta emocionante subida al Cerro de las Empanadas. Como guia llevamos a Carlos y como distractor al GPS.

(Inma, Carmen, Raquel, Juan, María José, Carlos, Héctor, Manu, Antonio, José Luís, Miguel, Lydia)

Las Empanadas al estilo Andarina

Ingredientes:

12 o una Docena de incautos aventureros
1 Senda, camino o sendero bien marcado
3 a 4 cuestas empinadas y 3, 4 o 5 bajadas
1 barranco sin salida.
Nieve a gusto de todos.
Un puñado de castaña.
Otro puñado de nueces.
100 pinos
1 Rió.
Piedras a discreción
1 Alambrada.
1 Frontal con Pilas
2 Linternas

Ingredientes decorativos:

1 Frontal sin Pilas
1 GPS

Elaboración:

Como en cualquier empanada la base es la masa

Para elaborar la masa ponemos a la docena de incautos del tipo: Inma, Carmen, Raquel. Juan, Maria Jose, Carlos, Héctor, Manu, Antonio, Jose Luís, Miguel y Lydia en el sendero, no dejar mucho tiempo solo hasta que comience la ebullición y se divise la primera cuesta bien empinada, una vez divisada abandonar el sendero, camino o senda, para nunca mas regresar. La noche anterior hemos cargado el GPS, con la ruta marcada por el sendero, camino o senda, guardar GPS en la mochila.

Muy importante, para tener una buena masa lo importante es no seguir el sendero, si lo hiciéramos, estaríamos ante una empanada normalita, vulgar y rancia del tipo gallega a catalana.

Una vez los incautos en la empina cuesta introducir las piedras, que deben de estar bien sueltas para dar: gusto, sabor y sobre todo emoción: el incauto de arriba gritan ¡piedraaaaaa!, los incautos de abajo danzan para esquivarlas.

Una vez alcanzada la primera cumbre, disfrutamos de una extraordinaria visión ante nuestros ojos las primeras nieves de las sierras de Castril segura y las villas, en la retaguardia el polémico pantano del portillo. Atentos en este punto, algún incauto del tipo Miguelensis, pude tener síntomas de fermentación, solucionar agregando cucharita de azúcar y mezclar rápidamente con el resto de incautos.

Ahora trabajamos la masa, una bajadita una subidita, mezclamos unas castañitas, un puñito de nueces y así llegamos al extraordinario barranco del Túnez, y a la no menos famosa casa del maestrillo * (nota de autor). Dejamos reposar la masa, pues vamos disfrutar del silencio del entorno, de los colores del otoño, del gusto de las nueces y también alguna fotito y un vistazo a la senda o sendero que debemos esquivar. Esta masa no lleva agua, es decir incautos del tipo Inma deben tener cuidado de no mojarse, quedaría inservible además de helada. El rió Castril es únicamente para cruzarlo y esquivarlo, en ningún caso se deben mezclar los incautos con rió, los incautos deben mantenerse secos. Durante la elaboración pueden aparecer cautos del tipo: “amable pastor” que cuida del rebaño y proporciona sabios consejos y además conoce al incauto veterinario de castril “El Antoñico”.

Volvemos a trabajar la masa, enfilamos la cuesta de pinos laricios y barro común, la mejor es anárquicamente, cada uno por donde quiere o puede, esta permito, perderse, resbalar, e incluso caerse cuantas veces quieran.

Ahora es el momento de introducir a los incautos en otra cuesta e incorporar nieve en abundancia, de manera que queden bien rebozados, se puede mejorar introduciendo pinos con ramas heladas que golpean cabeza y cara, hasta que queden bien batidos o abatidos.

Nuevamente encontramos cautos del tipo montañero experimentado que nos avisan del peligro de niebla, pobrecitos no saben que los incautos de la época de Heidi y conocen la nobleza de Niebla.

Ya tenemos 2000 metros la masa esta bien subidita, aquí esperamos a los incautos que han perdido el norte y están subiendo por la zona mas difícil y peligrosa, no poner resistencia al incautus Héctor al mas puro estilo Sandokan se dispone al rescate. Los extraviados: Inma, Mª Jose, Juan junto a Héctor- Sandokan, incorporan los huevos a punto de nieve y fritura de ovarios, todo al estilo acojonado.

Por fin reunidos la docena de incautos terminamos la masa incorporando mas frió y fuerte viento,

hasta llegar a los 2106 metros necesarios para la “cima” la cual se alcanza en condiciones extremas y sin poder divisar el paisaje, pero con gran emoción y algún beso y abrazo.

Dejamos reposar la masa.

El relleno:

Tomamos la alambrada y nuevamente a los 12, ponemos nieve a mansalva, mejor de la clase recién caída, lo importante de este sofrito es andar: para arriba, para bajo, otra vez arriba, otra vez abajo, repetir el proceso, ahora cae, la incauta de Carmen, ahora cae el incauto Manu, después caerá la incauta de Raquel, así seguirán hasta que todos este bien mareaditos.

Quizás deberían tomar las viandas de la mochila, esto NO es aconsejable, se podría quemar el sofrito y quedar todo muy oscuro, lo mejor en este punto incorporar el barranco del tipo sin salida, no abandonar hasta el fondo, donde compraremos que efectivamente no hay salida. Espolvorear con mezcla de fibra del tipo Carlomagno y su corto pantalón y Juanitus con todos los sinónimos posibles de reniego. Conveniente poner como elemento decorativo el Gps da muy buena imagen.

A mitad de la empinada subida del barranco, y cuando el sofrito esta apunto de quemarse y quedar inutilizado, incorporar la senda, sendero o camino, que los incautos abrazaran de inmediato. Avanzar a paso rápido durante 90 nerviosos minutos incorporando lentamente, linternas y frontales con pilas, los frontales sin pilas dejar para decorar. Pasados los 90 minutos introducir a los 12 incautos en el horno-coche, y no abandonar hasta encontrar cerveza fresquita para poder degustar y disfrutar el manjar.

Es de generosos compartir la cerveza con los sufridores en casa, pero lamentablemente, No es el lema de andarina y la pobre Lola sufrió hasta el final.

Va por ti Lola y por todos los demás, nuevamente....

¡Disculpas y Gracias!

Historia del maestrillo

Se trata de la historia de un hombre, conocido en la zona como el “maestrillo”, de nombre Eduardo y de profesión maestro de escuela (de ahí su apodo), que un buen día allá por los años ´60 decidió retirarse a vivir en soledad al pie del cerro de las Empanadas, en un lugar único, salvaje y perdido de la mano de dios.
Allí construyó su pequeña y precaria cabaña -la última vez que estuve allí todavía quedaban restos de ella- en la que pasó el resto de sus días, que además fueron bastantes, pues permaneció allí contemplando el paso de los años desde su privilegiada posición hasta bien entrados los años ´90.
Durante su aislamiento fue sólo visitado por pastores, a alguno de los cuales enseñó a leer y escribir.
Es más, parece ser que no tuvo intención alguna de cambiar sus planes, pues quiso ser enterrado en las proximidades de ésta su “casa”, tal y como atestiguan personas como Juan Carlos García Gallego -autor del magnífico libro “Rutas por el Sur de España”, de la editorial Desnivel- , que en una de sus incursiones por estas sierras pudo comprobar con sus propios ojos como el maestrillo había cavado un hoyo, junto a un saco de cemento al lado, para que le dieran cristiana sepultura cuando se diera el caso.
En uno de los muchos nevazos que cubren el Empanadas, pasó mucho tiempo sin saber del maestro, por lo que los lugareños avisaron a la Guardia Civil, que subió hasta la cabaña, donde le hallaron enfermo, siendo trasladado por la fuerza a un hospital de Granada, de donde escapó a la primera ocasión regresando a su guarida.
Así, de este modo, permaneció nuestro protagonista hasta que le falló la vista cumplidos los 86 años, momento en el que a regañadientes consiguieron convencerlo para que se mudara a Castril, aunque con el propósito y determinación de volver al Empanadas cuando se recuperara, pero su edad y mermada vitalidad nunca se lo permitieron, falleciendo finalmente en el pueblo.