Collado del Alguacil – Trincheras republicanas – Collado de la Gitana – Trincheras nacionales

Sábado, 13 de Enero de 2024
Crónica: José Luis –    Entra y disfruta de la experiencia vivida.

Collado del Alguacil

 

(Carmen, José Antonio, M. Luz, Carmen, Carmen, Loli, Manolo, José Luis, Inma, Jesús, Rafi, Mª José, Mati, Estrella, Mati, Rafi,….)

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Fotos de Carmen y José Antonio

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DESCRIPCIÓN DE LA SALIDA

COLLADO DEL ALGUACIL-TAMBORIL-COLLADO DE LA GITANA-EL CALAR

              Para la primera salida oficial del nuevo año de la gallarda Peña Andarina hubo más ambiente que para las otras dos anteriores, fuera de concurso ambas. Casi una veintena de bravos y bravas andarines y andarinas nos apuntamos y salimos a las nueve de la mañana del sábado 13 de enero de 2024 camino de Güéjar-Sierra desde el Tío Oxidao.

Llegados al pueblo serrano y a poco de dejarlo atrás, la mini caravana automovilística se interna a la izquierda por una carreterilla empinadísima y muy estrecha, aunque asfaltada, es la vía de los Paúles. En la subida dejamos a la derecha un mogote conocido por el nombre de el Gendarme, que estrecha aún más el camino y que es un curioso peñón de no más de diez metros de altura y menos de dos de ancho sobre el precipicio. Más adelante circulamos por las inmediaciones del Cortijo Balderas. Y tras innumerables curvas y revueltas llegamos al Collado del Alguacil, lugar donde queda estacionado el parque móvil andarín. El 24 de noviembre de 2019 vinimos los andarines en un Palma-Auñón a este lugar, en aquellos momentos cubierto con un manto de tres dedos de nieve, pero nuestro caminar fue en el sentido opuesto, esto es, hacia el Alto de las Catifas, la Peña del Soldado y la Dehesa del Camarate, con destino final en el pueblo de Lugros.

En el Collado del Alguacil estamos a casi 1.900 metros de altitud, pero la temperatura que marca mi coche es de 10º cuando son poco más de las 10 de la mañana, gran contraste con los 0 que había una hora antes a menos de 700 msnm y que reflejaba el gran anuncio giratorio de la Caja Rural que preside nuestro habitual sitio de quede y punto de partida. A pesar de la gran altitud en que nos encontramos y de estar nublaíllo, no hace ni pizca de frío ni el habitual vientecillo serrano molesta lo más mínimo, estupendas condiciones para un recorrido de media montaña.

Una manada de no menos de veinte vacas nos da la bienvenida con su sonar cencerril y algún ¡muuuuu! nada más apearnos. Las hay pajunas, retintas, frisonas, tudancas y hasta pasiegas. Sus siempre inexpresivos ojos bovinos parecen sin embargo mirarnos con suficiencia. Seguro que en su lenguaje se estarán diciendo entre ellas: ¡ya estamos como todos los findes, otra patulea de chalaos que viene a molestar; mir’usté que el gusto de ir al quinto pino para deslomarse por esos montes! Está claro que invadimos los dominios vaqueriles. Por si no basta la presencia física de los cornúpetas en nuestro parquin, de que estamos en sus predios dan también constancia las montañas de majás descomunales que encontramos por doquier y por cientos, y que nos acompañarán un buen trecho del camino.

La postal más famosa de Sierra Nevada es la que desde niños conocemos al dedillo los granaínos, la que se ve desde prácticamente toda Graná. A lo que ya no estamos tan acostumbrados es a ver tan de cerca ese escailain norte de los tres miles nevadensis. Sólo faltan (quedan fuera de nuestro campo de visión) los de las dos esquinas, el Picón de Jérez por la izquierda y el Caballo por la derecha. Nada más que por ver este panorama de crestas nevadas -me digo-, ya merece la pena venir hasta este remoto lugar. Las fotos no hacen justicia al paisaje, no recogen esa sensación de tener los picos ahí mismo, tan aparentemente a mano. Ese espectacular y blanco despliegue tresmilero será durante toda la excursión nuestro telón de fondo.

Puestos los pinreles en faena, por un sendero no muy bien definido, pródigo en barros y boñigas enormes, antes de acometer la ascensión al cerro del Tamboril (el otro, el de Güéjar, no el de Monachil, cercano éste al cerro Huenes y al Pico de la Carne), pasamos junto al nacimiento de la Fuentefría y, al lado, sendos abrevaderos para el ganado. La subida al Tamboril es pronunciada pero corta. La cima de esta altura, 1.930 metros sobre el nivel del mar, es totalmente plana y redonda, seguramente a causa de haber sido transformada por mano del hombre, hipótesis que parece reforzar el hecho de que fue avanzadilla estable del ejército republicano durante toda la Guerra Civil, como atestiguan los restos de parapetos que rodean prácticamente todo el contorno.

Ahora viene una larga bajada por terreno inestable y embarrado, con piedras sueltas, que nos lleva al Collado de la Gitana, a 1.700 de altitud, donde descansamos un rato en un mirador, al lado de un panel que nos explica cómo se llaman las diferentes cumbres que vemos. La Loma del Tío Papeles es lo que tenemos más cerca, al otro lado del valle del Maitena, detrás, una sucesión de alturas que van desde el Cerro del Mojón Alto hasta los Peñones de San Francisco. En medio, los tres titanes, Alcazaba, Mulhacén y Veleta en toda su majestad, en especial el Mulhacén, más parecido que nunca a un plunqueic. Desde aquí se ve también el rey de la media montaña, el Trevenque.

Volvemos a la ruta y volvemos a la cuesta arriba, ahora en dirección al Alto del Collado de la Gitana para posteriormente seguir hasta el Alto del Calar, a 1.850 metros. Desperdigados por estos montes se ven restos de más fortificaciones de la Guerra Civil. El olor a mejorana perfuma el ambiente.

Desde el Alto del Calar se ve Cenes y la Lancha, así como una buena parte de Granada y de la Vega. Abajo, el embalse de Canales mu faltico de agua, y Guéjar-Sierra, que está inmediatamente debajo de nosotros. Aquí hacemos una nueva parada y José Antonio propone bajar un desnivel de unos cien metros hasta una loma cercana, en la que hay más fortificaciones guerreras, éstas de los sublevados. Aquí se produce un cierto cisma ya que cinco de los esforzados de la ruta decidimos ahorrarnos el paseo (porque a la vuelta será cuestarrón) y nos quedamos donde estamos a la espera del regreso del grueso del pelotón, que emprende el camino hacia Los Parapetos. Las fortificaciones de los facciosos, construidas con hormigón y racionalidad y, por eso mismo, mejor conservadas, contrastan enormemente con las que ya hemos visto en el Tamboril, en las posiciones republicanas, hechas a base de apilar piedras sin ningún tipo de argamasa ni ciencia. Esto puede darnos una idea de cómo combatían unos y otros y de los medios con que contaban.

A la vuelta de los curiosos desplazados a la loma vecina, hacemos un descanso y damos cuenta de los víveres. A partir de aquí emprendemos el camino de regreso, que se hace durillo porque consiste en un subir y bajar o rompepiernas y ya las fuerzas van mermadas, además de transitar por zonas bastante embarradas y con piedras sueltas. Al llegar al Collado de la Gitana tomamos una vía distinta a la de la ida para evitar tener que subir nuevamente a todo lo alto del Tamboril, pero eso no significa que se trate de un sendero menos exigente, al contrario, hay zonas de gran desnivel que ralentizan bastante la marcha y a más de uno y una dejan sin resuello.

A las tres de la tarde estamos otra vez en el Collado del Alguacil y abordamos los vehículos para media hora después hacer una parada en el camping Las Lomas, a las afueras de Güéjar-Sierra dirección Granada. En el restaurante encontramos acogida y nos agasajamos con el merecido refrigerio de rigor, sin que nos arredre el mal talante (malafollá, que se dice, dejémonos de eufemismos) de una joven camarera a la que seguramente nuestra llegada incomoda. Otra sensacional y maravillosa salida en vuestra compañía. Gracias.

Y para que no falte el apunte histórico, obligado parece referirse al momento en el que los lugares recorridos tuvieron algún tipo de protagonismo ajeno al deporte o el ocio, es decir, la Guerra Civil en Granada, especialmente los primeros compases de la misma. Como sabemos, el 20 de julio de 1936 se subleva contra la República la guarnición de Granada, que sólo encuentra resistencia en el barrio anarquista del Albaicín, al que doblega en apenas tres días. Pero el golpe de estado fracasa en la mayor parte de la provincia y también en las vecinas, de modo que en una semana la capital y todo lo que ahora conocemos como su área metropolitana se quedan aisladas por completo de las zonas en manos fascistas, rodeada y cortadas sus comunicaciones por teléfono y telégrafo, a lo que se une una avería en la única emisora de radio local existente. Sólo el aeródromo de Armilla ofrece la posibilidad de auxilio.

Antes de terminar el mes de julio se desarrolla la primera ofensiva republicana contra Granada, que llega hasta Huétor-Santillán y Brácana, a un tiro de piedra de la capital. Pero lo heterogéneo de los que componen las avanzadillas, formadas en su inmensa mayoría por paisanos voluntarios mal equipados y armados, la desorganización, la falta de disciplina y la excesiva politización de los que las forman, a lo que se une también el desconocimiento del terreno que pisan pues la mayoría proviene de otras provincias, pronto hacen que se pierda gran parte del terreno ganado y no se sepa rematar la faena entrando en la plaza, dando tiempo a los sublevados a reforzarse y a consolidar su defensa, y así el 18 de agosto se consigue superar el cerco a la capital, conectando por carretera y ferrocarril con Sevilla. Es en ese primer mes de guerra cuando Granada ha corrido el mayor riesgo de ser tomada por los gubernamentales. También en ese mes es cuando ocurren casi todos los bombardeos aéreos de Granada, que apenas sirven para otra cosa que para asustar al personal.

El 14 de agosto de 1936, distintas columnas de milicianos al mando del fiero Francisco Maroto del Ojo, el “Durruti Andaluz”, cenetista célebre en Granada por estar metido siempre en todos los fregados revolucionarios durante los años anteriores a la guerra, avanzaron sobre la capital desde Guadix atravesando Sierra Nevada y lograron tomar Güéjar-Sierra penetrando por el Maitena, pero la falta de víveres y municiones y el contraataque de los sublevados, que ya dominaban el Calar, les hizo perder la plaza a los pocos días, quedando además desde ese momento en poder de los de Franco toda la vertiente izquierda del río San Juan hasta el Veleta. Poco después, un ataque gubernamental por el sur deja en su poder el Mulhacén. En febrero de 1937 los republicanos toman el cerro del Tamboril.

No fue muy activo el frente de Sierra Nevada como tampoco lo fueron la mayoría de los localizados en nuestra provincia. Cuando más se combatió y también más contendientes perdieron la vida en la sierra fue al principio. Después se estabilizaron las posiciones y sólo hubo ligeras modificaciones en sucesivas escaramuzas sin importancia. Y así hasta que en marzo de 1939 se decidió definitivamente la guerra. En ese periodo fueron más las bajas que causó el frío serrano, la nieve, las ventiscas…, y también el solazo del verano, que las que provocaron las acciones de guerra.

Como anécdota, ocurrida también en otras muchas zonas de frentes estabilizados durante toda la Guerra Civil, se cuenta que eran frecuentes las treguas para hacer intercambio entre soldados de los dos bandos de tabaco (las zonas tabaqueras quedaron en manos de los golpistas) y de papel de fumar (que se producía en Alcoy, toda la guerra republicana). En la berlanguiana La Vaquilla, con Antonio Gamero de sargento facha y Alfredo Landa de brigada rojo (suspiros austrohúngaros), se recrea cómica y magistralmente esta situación.

Después de la guerra y hasta finales de los cuarenta, los escenarios por los que hemos transitado fueron los dominios de las guerrillas antifranquistas, los maquis. Aquí mandaba la partida del Yatero y después la de los güejareños hermanos Clares, cuya mayor “proeza” fue el secuestro y asesinato del coronel de Ingenieros Joaquín Miláns del Bosch en 1947.

Y nada más. Impaciente espero nuestra próxima quedada. Besos y abrazos para todos y todas.

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