Morrones de Sierra Elvira – Cerro del Sombrerete

Sábado, 21 de Octubre de 2023
Crónica: José Luis –    Entra y disfruta de la experiencia vivida.

(José Antonio, Inma, Loli, Manolo, Migue, Carmen, Mª Sagrario, Begoña, Inma, Antonio, M.José,  José Luis, Luis, Mati, Mayte, Nala)

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Fotos de la Inma Andarina

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DESCRIPCIÓN DE LA SALIDA

              Desde donde escribo sólo tengo que levantar la vista del teclado y mirar un poco hacia mi izquierda para poder reconstruir el itinerario que siguió la impar peña Andarina en su salida del sábado 21 de octubre de 2023. Veo íntegramente la Mujer Muerta y casi todos los puntos que visitamos. Desde los pueblos que riega la Acequia Arabuleila (Armilla, Churriana, Cúllar-Vega, Vegas del Genil) que, como todos los ingenios hídricos de Granada, debemos a nuestros ancestros musulmanes, la parte más occidental de Sierra Elvira se conoce popularmente como la Mujer Muerta. Tal que así se ve desde aquí. Os invito a acercaros por esta comarca y echarle una visual. Comprobaréis que no hace falta derrochar imaginación para que la parte de este macizo donde sólo crecen matorrales, a tus ojos se represente como un túmulo en el que parece yacer una dama linajuda. El primero de los tres morrones, el más oriental, es la cabeza, y el declive del monte por su derecha parece la cabellera desparramada; el de en medio, el más alto, muy bien puede aparentar las manos entrelazadas sobre el regazo de la difunta; y el de más a la izquierda está lo suficiente separado del anterior para que, sin romper las proporciones, sugiera las piernas de la occisa cubiertas por unas zayas.

              La Mujer Muerta, Sierra Elvira, era el destino de la docena mal contada de denodados penibetistas que nos apuntamos a la excursión. Salimos del Cubo poco después de las nueve, empleando una media hora en llegar al lugar de la cita, pasado Atarfe y en un desvío a la derecha, al pie mismo de la sierra. Lo primero es andar unos cien metros hasta el lugar en que José Antonio nos explica que allí estuvo la mezquita de la ciudad Madinat Ilbira, de la que sólo queda lo que parece un pilar y el arranque de dos muros. A nuestras espaldas, las ruinas y despojos de este asentamiento moruno yacen sepultados bajo un amplio olivar en un plano inferior. Por el momento, no es posible sacar a la luz esos restos que tanto nos pueden contar sobre nuestro pasado.

Terminada la explicación joseantonionil, volvemos a los coches, que hemos dejado a un lado del camino y a los pies de un singular conjunto de edificaciones en ruinas. Es lo que queda de la cementera de Nuestra Señora de los Dolores, donde se fabricaba el afamado cemento Centauro, una factoría a pie de cantera que perteneció a los próceres granadinos hermanos Romero de la Cruz (Inocencio e Indalecio; el segundo murió asesinado en el último de los golpes de la banda de los Quero, en 1947), que se construyó en 1903 y funcionó hasta finales de los sesenta, cuyos muros y estructura de hormigón permanecen en pie, pero sus tejados desaparecieron hace muchos años. Es un vestigio del escasísimo patrimonio industrial granatensis, lo mismo que se puede decir de la chimenea que se sitúa en el centro del gran solar contiguo, que ocupó, justo al lado de la abandonada factoría, la azucarera La Vega, que funcionó hasta 1983. La enhiesta y solitaria chimenea de ladrillo es lo único que quedó de un tiempo de prosperidad y de una de las más importantes industrias azucareras. Hay otro vestigio de esta señera fábrica, pero se sitúa a diez kilómetros y es la máquina de vapor que con su gran rueda ya no cumple más función que la del adorno urbano, y podemos contemplarla en el centro de la rotonda que hay al final del Paseo de la Bomba, donde empieza la Carretera de la Sierra.

Reabordamos los vehículos y nos adentramos en las faldas de Sierra Elvira. Tras un trayecto de un kilómetro, aparcamos en el sitio donde empieza propiamente nuestra aventura. Es la zona recreativa de los Caballicos del Rey o Pinos de la Moleona. Por aquí está o estuvo el pago de Marugán, donde se halló a mediados del siglo XIX una necrópolis romana. El cerro bajo el que nos encontramos presenta las huellas de haber servido como cantera durante siglos. En una de sus paredes se ve la puerta de entrada a la sima de Raja Santa, de más de cien metros de profundidad, un templo para el espeleólogo.

De inmediato empieza la primera de nuestras ascensiones, pasando por los restos de la muralla de la antigua Medina Elvira y más adelante por lo que parece un rastraculos puesto para diversión de la grey menuda, pero es en realidad una gran roca lisa a flor de terreno y en tobogán que invita a dejarse caer. Un poco más arriba damos con una grieta de las varias que hay en esta sierra de la que sale aire caliente, el vapor de las aguas termales que guarda en sus entrañas este karts que es Sierra Elvira. Por la izquierda abordamos la subida al monte Sombrerete, una tachuela en comparación con lo que tendremos que subir después, pero que tiene su dificultad. Desde la cima apreciamos la primera de las extraordinarias vistas sobre la Vega que nos ofrece la ruta.

Descendemos por el borde de una cantera abandonada y volvemos a la pista cuando las nubes se han abierto y ya nos dejan contemplar el sensacional espectáculo en lontananza de las cumbres de Sierra Nevada, blanqueadas con encanto para desquitarnos de los largos meses en que sólo nos ha ofrecido una imagen pardusca. A partir de aquí ya todo es cuesta arriba. Y qué cuesta. Como íbices trepamos a duras penas por un desnivel pronunciadísimo y sin vereda, por la vaguada entre el Morrón de Enmedio y el de la Punta. De los setecientos, más o menos, tenemos que elevarnos hasta los 1.100 m de la cumbre y a algunos se nos hace realmente penosa la ascensión.

Para más inri, mis veteranas y maravillosas botas Mckynley que compré hace más de veinte años en Motodeporte y llevan unos cuantos miles de kilómetros recorridos a satisfacción, consideran en este momento que ya están muy mayores y de pronto la suela de la izquierda se despega hasta la mitad y me deja en situación comprometida, con una especie de podales fauces bostezantes que dificultan el andar. Menos mal que nuestro camarada Luis lleva de todo en su macuto y en un alto, primero cierra con bridas la herida, y después la venda con cinta americana gris. Problema solucionado. Gracias, Luis, ejemplo de senderista responsable, no como otros, que se lanzan (nos lanzamos) alegremente a esos caminos y en su falta de caletre no llevan ni una mala tirita.

¡Caracoles! No es una exclamación. Es que a lo largo y extenso de esta ladera por la que a trancas y barrancas vamos trepando abundan esos gasterópodos, quién lo diría en un paraje tan árido y pedregoso donde sólo el matorral prospera. Sin embargo, encontramos abundantes conchas vacantes de hasta dos variedades. Unas rarísimas, aplanchetás (en granaino castizo) y de color pardo, y otras más esféricas, pero de un blanco blanquísimo. Son endemismos de esta singular sierra, sólo en la de Gádor y en la Sierra de Jaén hay también bichos de estos. A los primeros, popularmente se les denomina “chapas”, y es que realmente son del grosor de un tapón de coca cola, y según leo en alguna web, han evolucionado de esta forma porque al ser más delgados pueden introducirse más profundamente entre las grietas de las rocas calcáreas y acceder a entornos más húmedos y frescos (no sé yo si ésa es una explicación muy científica); a los segundos se les conoce como caracoles “gitanos”. Ambos viven en estos parajes perfectamente aclimatados, aunque son especies en peligro de extinción.

Nos dirigimos al Morrón de Enmedio que, como su nombre indica, es el que está en el centro de los tres, el más alto del macizo, y en esa dura ascensión los últimos metros son aún más empinados, pero para facilitar el ascenso hay unas cadenas a las que agarrarse. Ya hemos llegado a la cumbre, donde sentados en torno a un mojón (en el buen sentido) o vértice geodésico, descansamos largamente. Este lugar es sin duda la mejor atalaya para contemplar la Vega granatensis en todo su esplendor y en toda su anchura y largura. Aquí podemos constatar que el promontorio de Sierra Elvira es una isla sobre la llanura veguera. En vista de 360 grados, vemos todos los pueblos que conforman el área metropolitana penibética y todo el gran circo montañoso que encierra a la Vega. Aquí viene al pelo aquello que decía García Lorca de que Granada sólo tiene salida por las estrellas.

Reanudamos la marcha en dirección al Cerro del Piorno, el morrón que queda más a la izquierda según lo vemos desde Granada, con un descenso bastante pronunciado pero corto, y acto seguido ascendemos sin mucha dificultad a esta tercera altura. Pinos-Puente queda a nuestros pies. En lo más alto de este cerro hay dos brechas en la tierra que, como la que vimos abajo, exhalan aire caliente y vapor de agua. Nuevo descanso y enseguida empezamos a descender por una vereda no demasiado empinada que en todo momento hace de balcón y nos deja seguir contemplando las verdes y azules bellezas vegueras y esas choperas que tanto encanto prestan a las riberas del Genil y de las que ¡ay! cada vez van quedando menos.

En menos de una hora estamos ya donde los coches, que nos transportan al restaurante Marino para el ritual cerveceril de remate. Todo muy bueno, pero por poco estamos todavía esperando a que nos sirvan las viandas ordenadas. No, no parece que la rapidez en el servicio sea su mejor virtud. Después, vuelta al Cubo y cada mochuelo a su olivo, que se dice.

Desde luego, Sierra Elvira, su morfología, es algo excepcional se mire como se mire. Tiene la singularidad máxima de ser un farallón aislado en mitad de la Vega, sin continuidad con otras formaciones montañosas. Otra peculiaridad es la de, en esta parte, aparentar una figura humana yacente. Además, de sus abundantes canteras han salido durante siglos las piedras que podemos contemplar en las fachadas de no pocas iglesias, casas nobles, monumentos granadinos y en el pavimento de algunas plazas. En sus estribaciones sucedieron notables hechos históricos, como el de ser el primer asentamiento humano de cierta importancia de la comarca, la Ilíberis o Iliberri de los íberos y los romanos, y la Medina Elvira de los agarenos. También por aquí cerca se libró la Batalla de la Higueruela, entre las huestes del rey Juan II de Castilla y los moros nazaríes de Granada, que sufrieron una aplastante derrota, de forma tal que podría haber cambiado el curso de la historia y que en vez de conmemorar el día de la Toma cada 2 de enero (de 1492) lo hiciéramos cada 1 de julio (de 1431), fecha de aquella batalla; pero las mesnadas castellanas, por lo que se ve, no se llevaban muy bien entre ellas y no se pusieron de acuerdo, volviéndose por donde habían venido sin rematar la faena entrando en Granada y conquistándola.

También hay un hecho gracioso que sucedió en 1950 y dio mucho que hablar durante una semana. La noticia de que en el pueblo de Pinos-Puente, en la ladera de Sierra Elvira, se había hallado un yacimiento de petróleo, tuvo repercusión en toda España y también en el extranjero. Del pozo de una vivienda particular, a cubos, no paraban de sacar un líquido rico en gasolina que ardía con facilidad y que servía de combustible a los vehículos a motor, como ya habían podido comprobar. Gente de toda la comarca y de Granada, en tranvía, acudía a diario a comprobar el prodigio y a llenar, cántaros, damajuanas, calderos e incluso mecheros de martillo, todo gratis. Las explicaciones al porqué del fenómeno que más se barajaron fueron las de que el venero de oro negro procedía de Sierra Elvira, que es un volcán (no lo es, pero en Granada mucha gente sigue creyéndolo) inactivo, pero latente, y por eso de ella emanan vientos calientes y un manantial de aguas termales, y siempre está a mayor temperatura que su entorno, como prueba el hecho de que las nevadas nunca cuajan en sus laderas.

Algunos ya soñaban con un paisaje poblado de torres petrolíferas de extracción y en una nueva Texas en plena Vega de Granada. ¡Digo! petróleo en la España aislada como castigo por las potencias vencedoras en la II GM y sufriendo mil restricciones diarias. Pero, nuestro gozo en un pozo (petrolífero), todo se derrumbó a los pocos días cuando se comprobó que el líquido que levantó las ilusiones de prosperidad no era otra cosa que gasolina, sí, pero no nacida en el terreno, sino originada por la filtración al acuífero del depósito agujereado de una gasolinera que había estado hasta hacía poco tiempo cerca del lugar. La nota humorística la puso en el diario Ideal su redactor Julio Moreno Dávila en su habitual sección Siluetas Animadas, en la que reproduce un diálogo entre dos personas imaginarias: «-¿Qué ciudad es ésa en la que se ven tantísimos surtidores de gasolina? -Es Pinos-Puente, donde radican los únicos yacimientos de gasolina del mundo. -Querrá usted decir de petróleo. -No señor, de gasolina. Porque estos yacimientos son andaluces y españoles y por tanto no pueden ser como los del Cáucaso o los de Venezuela o Arabia, que dan petróleo para que haya que refinarlo después, lo cual es una pesadez. Estos producen la gasolina ya refinada. […]. -Ahora en Valderrubio ensayan una planta de tabaco que dará las cajetillas con envoltura y todo.

Otra salida feliz. Gracias por vuestra compañía y cordialidad. Nos vemos pronto.

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