XII Concentración Intercajas de Senderismo
de ACRECA Granada 2011

29 de Enero de 2011

Comentado por Javier Medina

Por fin llegó el día. Llevábamos mucho tiempo preparándolo y mucho más aún esperándolo. El 8 de junio, con la recepción de los participantes, comenzaba en Granada la XII Concentración Intercajas de Senderismo de Acreca.


Habían sido muchas las reuniones mantenidas, revisando hasta el más mínimo detalle. Muchas las rutas propuestas. Y una vez seleccionadas las tres que finalmente íbamos a realizar, muchas las veces que las pateamos, midiendo tiempos, estableciendo los lugares de descanso y retorno de aquellos que no quisieran o pudieran continuar, y distribuyendo las tareas de cada uno. Todo tenía que salir bien. Todo tenía que estar controlado. Todo el mundo tenía que sentirse satisfecho y feliz cuando llegara el momento de la clausura. Y nuestras expectativas se vieron cumplidas en cada uno de sus apartados.

Tras la presentación del programa propuesto, y después de un generoso picoteo de bienvenida, nos despedimos de nuestros marchosos compañeros hasta la mañana siguiente. La jornada empezaría temprano. A las 7 todo el mundo en los autocares.

Para el desarrollo de estas jornadas, habíamos decidido hacer una visita a tres de los Parques Naturales con los que contamos en nuestra provincia.

Cañada de Siete Lagunas

El primer día visitamos la Cañada de Siete Lagunas, en el Parque Nacional de Sierra Nevada, donde los participantes pudieron contemplar, además de las Lagunas, la sorprendente caída de las Chorreas Negras, disfrutar de un paisaje nevado en pleno mes de junio y hacer conjeturas sobre el origen etimológico del río Culo Perro. Era una exigente marcha de 16 kilómetros. 8 de ellos de constante subida. Los otros 8 de permanente bajada. Y el resto por un cómodo terreno llano.

Iniciamos la marcha a la 9 de la mañana, según lo previsto. Y a las 5 de la tarde, cumpliendo también las previsiones, estábamos de vuelta en Trevélez. Aquí nos esperaba un suculento plato Alpujarreño que nos hizo olvidar todos los padecimientos de la jornada.

Después de esta comida/merienda/cena iniciábamos la vuelta a Granada. A las 9 nos despedíamos hasta la mañana siguiente. De nuevo habría que madrugar. A las 7, en los autocares.

Raspón de los Moríscos

El segundo día rendimos visita al Raspón de los Moriscos, más conocido por los que acostumbramos a andar por el monte, como "Lucero". En el Parque Natural de las Sierras Tejeda, Almijara y Alhama. Una ruta muy montañera en las que los participantes disfrutaron de las espectaculares vistas que se divisan desde la cima (incluido el Mediterráneo),

y de un paisaje más propio de tierras del norte. Aquello parecía un jardín botánico. Los helechos, brillantes y frondosos, habían invadido las zonas de umbría, y nos escoltaban a ambos lados de la vereda durante nuestro ascenso por la Cuesta de las Vacas. Diríase que las propietarias de la cuesta habían hecho un esfuerzo colectivo para aportar una ración extra de abono a la tierra. La banda sonora estaba en consonancia con la espectacularidad del decorado. Las totovías Tejedensis, las alondras Almijarensis y los mirlos Alhamensis se unían a coro y nos regalaban un concierto de flauta y clarinete que hacía las delicias de todos. Las Papilio Pararadoxa, más papilio y más pararadoxas que nunca, revoloteaban a nuestro alrededor y constituían el cuerpo de baile perfecto para tan perfecto escenario.

Cumpliendo nuevamente con los horarios marcados, a las 5 de la tarde estábamos dando cuenta de la multitud de viandas que nos habían preparado en el Camping de Los Bermejales. Calamares, longaniza, pollo, choto, papas, bacalao... ¡Que manera de comer!.Una vez más encontrábamos, al finalizar la jornada, todas la calorías que habíamos perdido por el camino.

A las 7 estábamos de vuelta en el hotel. En esta ocasión podríamos dormir algo más. Al días siguiente, a las 8 todos en marcha.

Los altos del Majalijar

Como ruta de despedida, habíamos programado una excursión más corta y tranquila por La Sierra de Huetor. Nuestro destino, los altos del Majalijar.

Iniciamos una cómoda marcha por la Acequia de Fardes, antes de comenzar el ascenso a la Fuente de Haza Alta. Desde aquí otro cómodo paseo hasta el Peñón de la Era, donde pudimos contemplar un genuino ejemplar de "Señorito Andaluz". Bernardino, el "Señor del Majalijar". ¡Y de las 700 hectáreas que lo rodean!, puntualizó con orgullo.

Un último esfuerzo y llegamos a Los Altos. Una vez arriba pudimos contemplar en el horizonte nuestros destinos de los días anteriores. Sierra Nevada y Las Sierras de Tejeda, Almiijara y Alhama se dibujaban en la lejanía. Y por supuesto, la omnipresente Parapanda.

En el camino de vuelta, íbamos intercambiando, entre los participantes, conocimientos sobre las costumbres de las distintas regiones que estábamos representadas. Así tuvimos noticias de la tradicional subida y descenso de árboles de las mujeres de Villalpando y de las atávicas técnicas depilatorias (al restregón) utilizadas en la comarca.

Fue una excursión bonita, instructiva, agradable.... Y ¡por si fuera poco!, conseguimos encontrar la famosa Secuoya Huetorensis. Un árbol del que todos habíamos oído hablar, pero que nunca habíamos conseguido ver. Una especie de Yeti con ramas. Digna excursión de clausura para un gran Intercajas.

Nuevamente los horarios se cumplían escrupulosamente, y a las 3 de la tarde nos encontrábamos en El Capricho buscando las calorías perdidas. En esta ocasión, lo encontrado superó con creces a lo extraviado. Jamón, queso, pinchitos, boquerones, pastelitos salados ..... No eran más que el preludio de lo que tenía que llegar. ¡Un arroz con conejo! Y después ¡Presa ibérica con huevos!. ¡¡¡ Pa reventar!!!.

Y a las 9:30 de la noche, en la Ruta del Veleta, despedida y cierre. Una buena cena, un buen vino y una mejor compañía. Llegaba el momento de decir adiós. Hasta siempre. Algunos compañeros se fueron al hotel con los participantes para apurar con ellos los últimos momentos. Yo me sentía algo cansado y decidí dar por terminada mi participación.

Ya terminado el intercajas....

A la mañana siguiente me levanté temprano, como siempre. Preparé el café, como siempre. Y mientras me lo tomaba, me di cuenta de que me faltaba algo. Echaba de menos la montaña, el aire limpio, la recompensa tras el esfuerzo. Echaba de menos a mis compañeros. A mis compañeras. Capaces de arrancarte una sonrisa cuando las piernas empiezan a quejarse, las rodillas chirrían como bisagras oxidadas y los pies se niegan a continuar. ¡Buena gente!.

Habían sido tres días intensos. Todo salió bien. Todos cumplimos con nuestra tarea. Los 13 de la Peña controlando, vigilando y acompañando en todo momento a los participantes, que miraran hacia donde miraran siempre encontraban a alguno de los nuestros ofreciéndoles tranquilidad y ayuda. La Asociación cuidando al detalle de toda la parte logística y de intendencia (y acompañándonos en el camino, a pesar de la dureza de las rutas). Brasero, colocando las nubes y las suaves brisas de componente norte justo en el momento en que se precisaban. Tal como habíamos contratado.

Había sido mucho el tiempo de espera, muchas las reuniones mantenidas, los momentos de tensión con el temor a que cualquier cosa saliera mal. A que se nos escapara algún detalle que pudiera deslucir el resultado.

El 12 de junio, los senderistas volvían sus casas. Y lo hacían con algún kilo de más, con el bote de sales de frutas en una mano, y en la otra …....¡un jamón!

Al final, todos contentos. Todos satisfechos. Nuestras expectativas se habían cumplido.