Semicircular por la Sierra de Huetor

24 de Enero de 2015

Comentado por Loli

Como siempre, hemos quedado en el Cubo a las 8:30h, otros se van directamente al punto de inicio. Tenemos por delante un día con pronóstico de sol pero con temperaturas heladoras. A estas horas teníamos en Granada -2º. En nuestro destino se esperan temperaturas que van desde los -5º a los 5º positivos. La ruta estaba programada para comenzarla en el caserío de Prado Negro, pero las últimas nevadas nos obligan a ser un poco prudentes, y, como tenemos alternativa, la vamos a comenzar desde la antigua Venta de El Molinillo.

Localización: Parque Natural de la Sierra de Huetor
Dificultad:Media
Tiempo: 7hrs
Distancia: 21 Km
Cota máxima: 1.619m
Inicio:Venta del Molinillo


(Inma, Reyes, Inma andarina, Domingo, Mª José, Joaquin, Antonio B., Mª Luz, Jose Antonio, Mati, Mercedes, Ana, Rafi, Mariano, Nacho, Loli)

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Nos reagrupamos todos en el aparcamiento junto a la antigua venta, que se va deteriorando a ojos vista, y debajo de la choza de “Manolo el del Molinillo”. La choza y la infraestructura levantada en torno a la misma siguen estando bien mantenidas pese a que hace ya algunos años que falta de este mundo. Sus seguidores lo mantienen todo funcionando, no falta nunca un ramo de flores, y las montañas de leña apiñadas siguen lo mismo que cuando él vivía.


Sobre las 9:45h comenzamos a andar esquivando por la izquierda la monumental puerta con arco de estilo árabe y cancela de forja cerrada. Esta puerta daba acceso al Cortijo de la Ermita de San Antonio, situado más adelante, que hoy es propiedad de la Consejería de Medio Ambiente.

Caminamos por un carril de tierra con el arroyo de Prado Negro a nuestra izquierda. Se van sucediendo tristes alamedas deshojadas que tendrán su mejor momento en estaciones venideras, entre las que se encuentra una hondonada como recuerdo de una pantaneta que fue achicada no hace mucho tiempo. El suelo por el que pisamos está casi congelado por el efecto de la escarcha nocturna que tiene empapado de blanco todo nuestro alrededor. En lugar de seguir recto hacia el cortijo de la Ermita torcemos a la derecha. Pronto encontramos una zona en la que hay varios cortijos en ruinas, el Cortijillo, La Casilla, Romera, rodeados de nieve, pero la nieve aún no está muy presente en nuestro camino.


El Cortijillo se encuentra en un cruce de caminos que van ambos a Sillar Alto. Optamos por el de la derecha, hacia La Solana y el Cucadero, luego volveremos por el de la izquierda, cortijo Almuejar. Las primeras fotos, entusiasmados con la nieve. Con tanto entusiasmo y en su papel de reportera fotográfica, Inma se deja los bastones olvidados en el suelo. No importa, por aquí no pasa nadie.


Vamos subiendo ya por nieve en el camino. Seguimos las rodadas de algún vehículo, seguramente de los guardas, y además la nieve es de fácil pisada. Nos acompañan bosquetes de encinas, bosque mediterráneo autóctono de la zona. El camino pasa por en medio de otro cortijo en ruinas y más adelante el cortijo La Solana, que da nombre a la zona. Grupo de varias viviendas, aquí vivían unas 20 personas en tiempos pasados, hoy en estado ruinoso. Haciendo honor a su nombre, la solana, el sol nos sigue en todo este trayecto, pero un vientecillo gélido nos impide aún entrar en calor.


Poco a poco, como si de un telón que se descorre lentamente se tratara, van apareciendo ante nuestra vista los grandes picos de Sierra Nevada. Primero los picos de la parte almeriense, el Picón de Jerez, La Atalaya, La Alcazaba, El Mulhacén, El Veleta y de una forma un poco oblicua, hasta El Caballo.

Nos alcanza en nuestra subida un coche con cuatro ocupantes que traen consigo los bastones de Inma. Algo más arriba nos volvemos a encontrar el mismo coche parado. Están revisando y reagrupando un gran rebaño de ovejas, parte del cual ya nos lo habíamos cruzado por el camino. Por aquí solo está permitido el paso de vehículos de los guardas y, en este caso, ellos tendrán autorización por el tema de su ganado. Estamos delante de otro cortijo mítico de esta zona, el cortijo de Cañada Espinosa, (Caña Espinosa para algunos lugareños). Su nombre se debe a que en toda la zona hay gran proliferación de majuelos y espino blanco. Está deshabitado y comenzando su derrumbe, sus paredes aún se yerguen en pie rememorando tiempos pasados, tiempos de campos cultivados y plantaciones de frutales.

Justo enfrente y por encima del tramo de la autovía, se levanta el Cerro del Castillo y de Peñas Cabreras. Al Cerro del Castillo también le llaman el “Naranquito” por su parecido, en pequeño, al Naranco y porque también es utilizado por los escaladores. En la base de Peñas Cabreras existía otro cortijo con el mismo nombre. Detrás ya se encuentra la población de Diezma. Será cuestión de explorar esa zona desde este pueblo en alguna ocasión.


Rodeamos el cortijo de Cañada Espinosa y muy cerca nos encontramos una balsa redonda dónde se almacena agua, agua rebosante y aparentemente congelada. Aquí hacemos una breve parada para tomarnos algo, debajo de unas encinas en dónde hay algunos matojos de romero y tomillo libres de nieve. El espesor de la nieve a este nivel del camino supera ya los 10 centímetros.


A partir de aquí el camino aparece virgen totalmente, sin rodadas de vehículo, sin pisada alguna. Algunos andarines previsores se han puesto sus polainas, otros olvidadizos nos tenemos que aguantar y lamentar que las polainas se encuentren en casa, bien guardadas en su bolsa. Los que tienen polainas van delante, abriendo camino, el resto vamos pisando sobre sus huellas.


En Cañada Espinosa finaliza el macizo que tiene su inicio en Prado Negro, ahora lo vamos rodeando, quedando a nuestra izquierda, y por la derecha otro macizo de cerros que continúan al Cerro del Castillo y que alcanzan hasta el Cucadero. Las vistas esplendorosas de Sierra Nevada, ahora al completo, continúan. Nuestros queridos tres miles, repletos de nieve, brillan sin igual, reflejando los rayos del sol que hoy reciben sin interrupción, apenas si hay nubes en el cielo. En algunos puntos del camino se alcanzan a ver las cárcavas de la hoya de Guadiz y detrás la Sierra de Baza.


El camino sigue subiendo. El espesor de la nieve también. Las botas y el bastón se hunden demasiado. La nieve está estupenda, nieve en polvo, blanca, inmaculada, suelta……., sólo tiene un pero: que está demasiado fría. Una vez superada la base de El Cucadero, (tendremos que volver para subir a su cima), el camino tuerce un poco a la derecha en bajada. Antes de iniciar esta bajada hay que echar un vistazo alrededor porque la panorámica es soberbia. Toda la Sierra Arana a nuestro alcance visual. Desde la locomotora insignia, el Cerro de la Cruz, con su lomo cubierto de blanco manto, seguido por la Cabeza del Caballo, el Jinestral y sus tajos, hasta las estribaciones que se adentran hasta Darro. Al lado de Sierra Arana los “badlands” de la Hoya de Guadix, los molinos de viento de los llanos de La Calahorra, Sierra de Baza, La Sagra…. Abajo, el cortijo de Pedro Andrés y los Llanos de la Doncella.


Con esta pequeña bajada parece que el retorno ha comenzado. Pues no. Todavía llaneamos y seguimos subiendo bastante trecho. Con estas vistas, esta blancura a nuestro alrededor, las encinas soportando aún el peso de nieve sobre sus hojas y ramas dan un toque de cuento de navidad, cualquier detalle nos encanta y no damos importancia al hecho de que las piernas se van cansando de tanto hundirse en la nieve, de que en algunas botas ya ha penetrado la nieve.

Las perritas Nala y Mika corretean encantadas por la nieve. Nala como tiene el pelo más corto no tiene demasiados problemas. Pero a Mika , que tiene el pelo largo y arremolinado, se le congela la nieve en los pelitos de sus patas y vientre. Hubo que cogerla en brazos e ir quitándole poco a poco parte del hielo adherido. Su transporte a veces es alrededor del cuello como si de un estupendo foulard se tratara.

Esta ruta se había explorado en una sola ocasión y con un paisaje muy distinto. La nieve lo engrandece todo pero impide ver los caminos. Llegamos a un punto dónde el paraje nos parece desconocido y no sabemos por dónde continuar. Caminamos hacia la derecha pero pronto nos damos cuenta que aquello no es camino, debajo de la nieve que pisamos aparece el extremo de alguna planta que puebla estos montes. Volvemos. Alguno se pone nervioso, ya se ve durmiendo encima de la nieve debajo de una encina.

Vuelvo a recorrer el trayecto rechazado para finalizar el rodeo del cerrete que tenemos por arriba y ver que hay al otro lado del mismo. Alcanzo a ver el cortijo de Pedro Andrés. Va bien, al menos tenemos la opción de bajar por aquí y llegar a lugar conocido, no obstante, por esta zona la nieve me llega por encima de las rodillas. Mientras, algunos se han tomado algo de comida y Joaquín y sus largas piernas ascienden a lo alto de una colina. Nos llama por teléfono indicándonos que parece que a lo lejos distingue una hondonada en la nieve que puede indicar un camino.


Hacia allí que nos encaminamos y cuando estamos en la cima, la ruta y el día nos ofrecen otro premio inesperado. Al estar a más altura se nos ofrece una panorámica más amplia y majestuosa del macizo completo de Sierra Nevada. Ana comenta que allí no le importa perderse. De frente se distingue el Majalijar, allá abajo, a lo lejos, las alamedas del arroyo de Prado Negro. Estamos de nuevo en la dirección correcta.

Pronto nos encontramos con la senda que viene de Sillar Alta, a la que nos incorporamos, siendo todo el trayecto que nos queda en bajada. La senda pasa al lado del cortijo Almuejar, también ruinoso. Este cortijo se encuentra en una posición envidiable, colgado en varias terrazas, domina todo el panorama que tiene a su alrededor. En general todos los cortijos eran situados en sitios estratégicos, dominando bellos panoramas.


Sobre las cinco de la tarde estamos de regreso en los coches.

La cerveza en el bar-restaurante de la gasolinera de Huetor Santillan, que sirven unas tapas estupendas. Tienen una cocinera de primera, (yo la conozco).

Ha sido un día para el recuerdo.