Los Morrones

28 de Enero de 2012

Comentado por Alexander

Quedamos a las 8:00h en el Cubo para dirigirnos a Puerto de la Ragua y realizar el ascenso a los Morrones, como guía llevamos a Rafa.

Las previsiones del tiempo eran literalmente de frío polar, lo que hizo que tan solo seis intrépidos Andarines realizaran la ruta.

(Pacoto, Lidia, Rafa, Alexander, Juan, Joaquín)




“Sois los primeros en iniciar la subida. ¡Ánimo!”, nos dijo el guardia forestal al iniciar el ascenso a los Morrones.


De hecho, la nieve era todavía virgen aquella mañana, pues nadie había hundido los pies aún. Momentos antes, desde la Autovía 92, cerca de Guadix, lo habíamos visto cubierto de nieve, y al acercarnos al Puerto de la Ragua nos encontramos con la máquina quitanieves.


El día, a pesar del frío, era hermoso; la previsión era de sol, sin nubes, y hasta las 13h un cielo azul intenso sería un compañero. Un motivo más para que los seis intrépidos andarines -Lidia, Joaquín, Juan Navarro, Rafa, Pacoto y un servidor- iniciasen con muchas ganas la bellísima excursión. En el aparcamiento de la estación recreativa dejamos nuestros coches y nos equipamos con los crampones y polainas, bastones y mochilas.

Y hala, ¡a conquistar el monte!


Pronto nos dimos cuenta que la nieve blanda, caída durante la noche, tenía una espesura de más de 30 cm, y en muchos puntos del ascenso la nieve nos llegó incluso a la rodilla. Eso, sin embargo, nos hizo entrar no sólo en calor sino que echamos más ganas en mantener un ritmo constante en la subida.


Después de haber pasado el Hornillo, nos deparamos con un gran grupo de montañeros, más bien preparados para hacer alpinismo. A la vez cruzamos con tres esquiadores de fondo, que se dirigían al Morrón de San Juan, como nosotros. Algunos comentábamos lo fácil que era moverse sobre la nieve con los esquíes. Además, ¿qué esfuerzo había para bajar de la montaña por la nieve? Pues ninguno.


A nosotros no nos interesaban esas facilidades. Los andarines verdaderos son y están forjados a base de excursiones “largas y duras”.


Para nuestra sorpresa, empezó a levantar un airecillo por la cara de la Comarca del Marquesado y, del lado de la Comarca de las Alpujarras, nubes cargadas se aproximaban en nuestra dirección. Así que nos replanteamos nuestro destino, poniendo punto final tras tres horas de ascenso.


Allí arriba nos alcanzó un grupo de “novatos” que también había decidido no sólo regresar con nosotros sino también seguir nuestras huellas porque temían perderse por el camino.


La temperatura cayó en picado, nos envolvió la niebla y el viento frío lateral hacía que se acumulase nieve en el rostro. Algunos, como el Juanito, más se parecían a “abuelitos”, llenos de “canas y bigotes de nieve”. Aunque el calor corporal nos impedía de sentir tanto frío, uno de los integrantes del grupo que encontramos en la cima afirmaba que su termómetro indicaba una temperatura de -8 grados.


Procuramos hacer el descenso de modo rápido y con mucha atención. En algunos trechos apenas veíamos nuestras huellas de subida. No obstante, el “GYPSI” que llevaba Juan nos indicó con seguridad el camino de vuelta.


Con satisfacción constatamos que por primera vez el instrumento nos indicó no sólo la buena dirección hasta el aparcamiento, sino hasta un bar que se encontraba al lado del Castillo de la Calahorra.