Quedamos a las 8:30hrs en el cubo, para realizar una ruta de 8Km, de dificulta alta, guiada por Diego.
(Diego, Javi, Luís, Inma, Carmen, Heny, Chencho, Paco,Eva )
Comentado por Heny Comentado por CarmenY pone ¡cuatro horas y media! ¡Qué bien! Nunca he ido. Pero, ¿para qué tan temprano?, a las 8:30hrs. Quizás esté lejos y se necesite tiempo para llegar al punto de partida. No dicen que vayamos a comer por ahí, me llevaré bocadillo, por si acaso.
A las 7:15hrs, al levantarme, no se veían las casas de enfrente, ¡qué niebla!, pero a las 8:15hrs ya
se había disipado. Después, resultó un día fabuloso, con un sol espléndido.
Eramos un grupo de 9, algo pequeño, pero seguro que los ausentes pensaron que iba a llover y haría mucho frío,
pues la previsión era de crampones y abrigo.
Aunque no tuve respuesta a mi mensaje en el foro, decidí ir hasta dónde pudiera y darme la vuelta, si era
menester. Luego, resultó que completé la ruta, de 7 horas, en vez de las 4
anunciadas (no se quien filtró esa información errónea), que me sobraba la
mitad de la ropa y no era tan duro como esperaba. Disfruté de lo lindo. Era de
un flipe constante.
Ya desde el Salto del Caballo, la visión del paisaje fue el no va más; las nubes, abajo, parecían un
mar blanco de nieve con la que se confundía, de la cual emergía la última
estribación de Sierra Nevada: El Caballo, majestuoso, poderoso, atrayente.
Nos quedamos embobados contemplando la maravilla que teníamos ante nuestros ojos
y que no se explicar.
Al otro lado, la vista era el mar, si el mar de agua, y un poco más a la derecha, la playa de
Vélez Málaga. Yo estaba entusiasmada: ¡capaz de ver una playa a esa distancia!
Mi contento tenía triple sentido: el espectáculo de la naturaleza, el tiempo
radiante que nos hacía y la nitidez con que mis ojos, después de la última
operación (hacía casi tres semanas), me permitían admirar.
Pisamos nieve, sí, pero sin necesidad de crampones, como se había estimado.
Por fin, la Maroma, donde se habían dado cita multitud de personas, ni que fuera el Corte Inglés;
allí engullimos el bocadillo y los filipinos que nos dió Inma.
He de comentar que al subir seguimos la senda marcada, puntualmente; a la bajada,
como no podía ser de otra manera, perdimos durante un poco de trayecto, el
itinerario señalado. Anduvimos dentro de la niebla, con cuidado de no
despistarnos del grupo.
Mi expresión continua: Es un flipe, una maravilla. Mi alegría, parecía una niña chica (como decían los compas y con razón), no terminó con la excursión: conduje el coche de noche desde el Cubo hasta la casa.
Por supuesto, tomamos nuestra ansiada cerveza de final de jornada en el Cortijo de la Alcaicería, que
no se si está en el término municipal de Jayena, de Alhama o de otro pueblo.
Lo primero que hice cuando me desperté fue mirar por la ventana para ver cómo estaba el día. Toda la semana habíamos tenido mal tiempo, temperaturas bajo cero, lluvia y mucha nieve en Sierra Nevada y, aunque las predicciones meteorológicas indicaban tendencia a mejorar, la verdad es que no estaba nada claro.
Así que preparé mi mochila con un cargamento de ropa y apichusques varios, como polainas crampones, capa de agua , para poder afrontar cualquier inclemencia del tiempo que pudiera presentarse. Recogí a mi amiga Inma que gracias a sus botas nuevas se decidió a venir y,....
....nos dirigimos al Cubo donde nos encontramos con siete valerosos compañeros dispuestos a escalar La Maroma como fuera menester.
Por cierto, que nuestro cordi y guía para la ocasión, nos
sorprendió a todos con una equipación de montaña último modelo que causó
sensación, envidia y admiración.
Después de un viaje en coche algo pesado (muchas curvas y niebla en gran parte del recorrido) llegamos felizmente al punto de partida de nuestra ruta.
En contra de lo que todos esperábamos, el
cielo se despejó y pudimos observar las cumbres de la Sierra de la Almijara con mucha menos nieve de la que esperábamos. ¡¡Bieeennn¡¡
¡¡Íbamos a
tener buen día!!. Así que pasamos de crampones, que se quedaron en los coches,
e iniciamos muy contentos la escalada de la Maroma.
La subida es dura porque hay que superar un desnivel de casi 1.000 m. en ocho kilómetros.
Es una pendiente continuada sin concesiones de llanos o bajaditas en todo el recorrido, pero que transcurre a través de un fantástico bosque de coníferas con abundantes tejos
(Taxus baccata),
que son una especie de pinos muy espectaculares pero con el
inconveniente de que sus hojas y semillas contienen un alcaloide que produce
hipotensión y paro cardíaco en los animales que las comen.
A medida que ascendíamos por la ladera de la montaña, por la zona de la umbría, nos íbamos adentrando de la niebla.
Caminábamos uno tras otro por una estrecha vereda cubierta por la nieve, envueltos
en la bruma y rodeados por un bosque nevado, húmedo y silencioso
Solo nos
faltó encontrar un par de elfos o de trolls escondidos en un recodo del camino.
A medida que ascendíamos iba disminuyendo la vegetación y cerca de los 2.000 metros el terreno se transforma
en una plataforma de piedra caliza muy fragmentada.
Una vez que conseguimos superar las nubes nos encontramos de pronto con un cielo azul totalmente despejado. Hay
un punto en el que se divisa, casi por sorpresa, la otra vertiente de la
montaña y entonces descubres el inmenso mar de la costa malagueña brillando
como plata a la luz del sol. Creo que este fue el mejor momento de la jornada.
Todos estábamos entusiasmados con el espectáculo de las cumbres, el mar y la luz
y estuvimos un rato disfrutándolo y haciendo un montón de fotos.
Desde allí se puede divisar, en recorrido
visual de 180 grados, hacia poniente el mar, la costa de Málaga y la Sierra de la Almijara y Tejeda y hacia oriente nuestra majestuosa Sierra Nevada con sus
picos más altos emergiendo de un mar de nubes. Realmente es un espectáculo
grandioso.
Pero ahí no se acababa la cosa.
Continuamos ascendiendo hasta que por fin coronamos La Maroma.
Tuvimos la suerte de que durante todo el tiempo que estuvimos en la cumbre
disfrutamos de un sol espléndido, buena temperatura y nada de viento. Comimos,
nos hicimos más fotos, nos subimos al pingonote,...
vimos el enorme agujero que se empleaba antiguamente para fabricar hielo con la nieve compactada que se acumulaba
en su interior y pasamos un rato realmente agradable.
En la bajada nos metimos otra vez en las nubes. Hubo algún momento complicado porque en el primer tramo
no hay vereda y entre la niebla resulta muy difícil orientarse. Pero aquí nuestro guía actuó
con seguridad, decisión y gran acierto y, sin ninguna desviación, nos condujo
hasta la vereda sin el menor contratiempo. ¿Qué alguien no se lo cree? Pues os
juro que es la pura verdad, que esta vez
..¡¡¡¡NO NOS PERDIMOS!!!
Y nada mas, llegamos a los coches a eso de las cinco, cervecita en el Cortijo de la Alcaicería y a casita.