Subida a la Maroma

6 Diciembre de 2008

Quedamos a las 8:30hrs en el cubo, para realizar una ruta de 8Km, de dificulta alta, guiada por Diego.

(Diego, Javi, Luís, Inma, Carmen, Heny, Chencho, Paco,Eva )

Comentado por Heny Comentado por Carmen

Comentado por Heny

Y pone ¡cuatro horas y media! ¡Qué bien! Nunca he ido. Pero, ¿para qué tan temprano?, a las 8:30hrs. Quizás esté lejos y se necesite tiempo para llegar al punto de partida. No dicen que vayamos a comer por ahí, me llevaré bocadillo, por si acaso.


A las 7:15hrs, al levantarme, no se veían las casas de enfrente, ¡qué niebla!, pero a las 8:15hrs ya se había disipado. Después, resultó un día fabuloso, con un sol espléndido.


Eramos un grupo de 9, algo pequeño, pero seguro que los ausentes pensaron que iba a llover y haría mucho frío, pues la previsión era de crampones y abrigo.


Aunque no tuve respuesta a mi mensaje en el foro, decidí ir hasta dónde pudiera y darme la vuelta, si era menester. Luego, resultó que completé la ruta, de 7 horas, en vez de las 4 anunciadas (no se quien filtró esa información errónea), que me sobraba la mitad de la ropa y no era tan duro como esperaba. Disfruté de lo lindo. Era de un flipe constante.


Ya desde el Salto del Caballo, la visión del paisaje fue el no va más; las nubes, abajo, parecían un mar blanco de nieve con la que se confundía, de la cual emergía la última estribación de Sierra Nevada: “El Caballo”, majestuoso, poderoso, atrayente. Nos quedamos embobados contemplando la maravilla que teníamos ante nuestros ojos y que no se explicar.


Al otro lado, la vista era el mar, si el mar de agua, y un poco más a la derecha, la playa de Vélez Málaga. Yo estaba entusiasmada: ¡capaz de ver una playa a esa distancia!


Mi contento tenía triple sentido: el espectáculo de la naturaleza, el tiempo radiante que nos hacía y la nitidez con que mis ojos, después de la última operación (hacía casi tres semanas), me permitían admirar.

Pisamos nieve, sí, pero sin necesidad de crampones, como se había estimado.


Por fin, la Maroma, donde se habían dado cita multitud de personas, ni que fuera el Corte Inglés; allí engullimos el bocadillo y los filipinos que nos dió Inma.


He de comentar que al subir seguimos la senda marcada, puntualmente; a la bajada, como no podía ser de otra manera, perdimos durante un poco de trayecto, el itinerario señalado. Anduvimos dentro de la niebla, con cuidado de no despistarnos del grupo.

Mi expresión continua: “Es un flipe”, “una maravilla”. Mi alegría, parecía una niña chica (como decían los compas y con razón), no terminó con la excursión: conduje el coche de “noche” desde el Cubo hasta la casa.


Por supuesto, tomamos nuestra ansiada cerveza de final de jornada en el Cortijo de la Alcaicería, que no se si está en el término municipal de Jayena, de Alhama o de otro pueblo.

La conclusión es que siempre vale la pena madrugar y apuntarse a esos senderos de Dios, programados por la Peña.

Comentado de Carmen

Lo primero que hice cuando me desperté fue mirar por la ventana para ver cómo estaba el día. Toda la semana habíamos tenido mal tiempo,  temperaturas bajo cero, lluvia y mucha nieve en Sierra Nevada y, aunque las predicciones meteorológicas indicaban “tendencia a mejorar”, la verdad es que no estaba nada claro.

Así que preparé mi mochila con un cargamento de ropa y apichusques varios, como polainas  crampones, capa de agua…, para poder afrontar cualquier inclemencia del tiempo que pudiera presentarse. Recogí a mi amiga Inma que gracias a sus botas nuevas se decidió a venir y,....


....nos dirigimos al Cubo donde nos encontramos con siete valerosos compañeros dispuestos a escalar La Maroma como fuera menester.


Por cierto, que nuestro “cordi” y guía para la ocasión,  nos sorprendió  a todos con una equipación de montaña último modelo que causó sensación,  envidia y admiración.

Después de un viaje en coche algo pesado (muchas curvas y niebla en gran parte del recorrido) llegamos felizmente al punto de partida de nuestra ruta.


En contra de lo que todos esperábamos, el cielo se despejó y pudimos observar las cumbres de la Sierra de la Almijara con mucha menos nieve de la que esperábamos. ¡¡Bieeennn¡¡…¡¡Íbamos a tener buen día!!. Así que pasamos de crampones, que se quedaron en los coches, e iniciamos muy contentos la escalada de la Maroma.

La subida es dura porque hay que superar un desnivel de casi 1.000 m. en ocho kilómetros.

Es una pendiente continuada sin concesiones de llanos o ”bajaditas” en todo el recorrido, pero que transcurre a través de un fantástico bosque de coníferas con abundantes tejos (Taxus baccata), que son una especie de pinos muy espectaculares  pero con el inconveniente de que sus hojas y semillas contienen un alcaloide que produce hipotensión y paro cardíaco en los animales que las comen.

Ya sabéis… ¡ojo con los tejos!.


A medida que ascendíamos por la ladera de la montaña, por la zona de la umbría, nos íbamos adentrando de la niebla. Caminábamos uno tras otro por una estrecha vereda cubierta por la nieve,  envueltos en la bruma y rodeados por  un bosque nevado,  húmedo y silencioso… Solo  nos faltó encontrar un par de elfos o de trolls escondidos en un recodo del camino.


A medida que ascendíamos iba disminuyendo la vegetación y  cerca de los 2.000 metros el terreno se transforma en una plataforma de piedra caliza muy fragmentada.


Una vez que conseguimos superar  las nubes  nos encontramos  de pronto con un  cielo azul  totalmente despejado. Hay un punto en el que se divisa, casi por sorpresa, la otra vertiente de la montaña y entonces descubres el  inmenso mar de la costa malagueña brillando como plata a la luz del sol. Creo que este fue el mejor momento de la jornada. Todos estábamos entusiasmados con el espectáculo de las cumbres,  el mar y la luz  y estuvimos un rato disfrutándolo y haciendo un montón de fotos.


Desde allí se puede divisar, en recorrido visual de 180 grados,  hacia poniente  el mar,   la costa de Málaga y la Sierra de la Almijara y Tejeda  y hacia oriente nuestra majestuosa Sierra Nevada con sus picos más altos emergiendo de un mar de nubes. Realmente es un espectáculo grandioso.


Pero ahí no se acababa la cosa.
Continuamos ascendiendo hasta que por fin coronamos La Maroma.


Tuvimos la suerte de que durante todo el tiempo que estuvimos en la cumbre disfrutamos de un sol espléndido, buena temperatura y nada de viento. Comimos, nos hicimos más fotos, nos subimos al pingonote,...


vimos el  enorme agujero que se empleaba antiguamente para fabricar hielo con la nieve compactada que se acumulaba en su interior y pasamos un rato realmente agradable.


En la bajada nos metimos otra vez en las nubes. Hubo algún momento complicado porque en el primer tramo no hay vereda y entre la niebla resulta muy difícil orientarse. Pero aquí nuestro guía actuó con seguridad, decisión y gran acierto y, sin ninguna desviación,  nos condujo hasta la vereda sin el menor contratiempo. ¿Qué alguien no se lo cree? Pues os juro que es la pura verdad, que esta vez…..¡¡¡¡NO NOS PERDIMOS!!!

Y nada mas, llegamos a los coches  a eso de las cinco,  cervecita en el Cortijo de la Alcaicería y a casita.

¡Hasta el domingo!
¡Comida de Navidad en Cortijo Balzain!