El Viernes a última hora, Antonio de Illora me propuso visitar la finca, pues él había quedado en ir con otra gente. Nosotras adelantamos la cita un cuarto de hora y, por votación, decidimos ir a visitar la finca Welington.
Nos hizo un día estupendo. Recorrimos la finca, nos detuvimos en el lago mirando a ver si descubríamos algún gallipato (un reptil parecido a una lagartija, según me dijo Antonio), que no hubo suerte.
Presenciamos la recogida de aceituna con maquinaria y
¡sorpresa!,
la máquina que se movía y daba vueltas con tanta agilidad era conducida
por una mujer,
¡en aquél corro todas eran mujeres!,
se ve que somos más hasta en el campo.
Dimos una vuelta por los jardines de la casa-palacio, nos sentamos en un banco contemplando las vistas y soñando con que aquéllo fuera nuestro.
Las tenistas hacíamos planes para aprovechar la pista y organizar un campeonato con merienda y fiesta.
Al terminar la jornada estábamos hambrientas, pues el administrador, que se había prestado a acompañarnos hasta
el palacio, nos llevó a moco tendido y era tarde, comimos nuestro bocadillo sobre los restos de unas piedras de
molino que había delante del aljibe, en la explanada donde está el abandonado lagar.
¡Ah! A lo largo del recorrido vimos conejos y perdices muy de cerca.
A las 5 de la tarde ya estaba en el sofá de mi casa, después de tomar café con leche condensada (un bombón).
Comentado por Heny