Subida al Alto de los Catifas

10 de Abril de 2010

Comentado por Javier

Quedamos a las 9:00h en el Cubo para dirigirnos a Güéjar Sierra, donde subiríamos al Alto de los Catifas, en una ruta de dificultad media, guiada por Rafa.


(Rafa, Inma, Carmen, Loli, Mercedes, Eva, Migue, Javier, Antonio, Raquel,
Luís, Emilia, Rafi, Elena, Joaquín, Jose Luís, Lola)

LA VUELTA DEL PRESI

Después de 4 meses fuera de servicio me animé a explorar, con los miembros de la peña que también se animaron, el Alto de Las Catifas.

Como ya casi había perdido la costumbre de salir de marcha, realicé un pequeño ejercicio de revisión del equipo antes de ponerme en camino: Agua, bien; Algo para picar, bien; Gorra, bien; Crema solar, bien, …… Y otra pequeña revisión personal: Pequeño pinzamiento muscular en zona superior de la espalda, Ok; Lumbar contracturada, correcto; Tendinitis en hombro izquierdo, progresando adecuadamente; Rodilla izquierda, hecha añicos; Rodilla derecha con suave dolorcillo reflejo del nervio ciático, también Ok. … Todo en su sitio. Estoy hecho un chaval. ¡En marcha!

Me recogieron Eva y Migue a la entrada de Cenes y nos pusimos rumbo a Güejar. Una vez allí hicimos una corta parada para reagruparnos y continuamos hacia el Collado del Alguacil.


Contemplamos durante un rato las vistas de Sierra Nevada mientras esperábamos a 3 intrépidas andarinas que habían decidido hacer una pequeña incursión por el pantano de Quentar. Un atajo que conocía Emilia para llegar al Collado, según dijeron.


Iniciamos la marcha. Al principio, el camino nos resulto demasiado sencillo. Bonitas vistas, pero por caminos demasiado sosos. Demasiado llanos. Demasiado simples. Íbamos conversando de las cosas típicas: “ A ti que te duele…. “ …. “pues yo tengo los pies hechos …..” ….. “del lumbago estoy algo mejor, pero….. “. “ mi espalda me está ……” Vamos, lo normal

En estos temas estábamos, cuando de repente ….. Ooooohhhhhhh, Al volver un recodo nos encontramos con una descomunal lengua de nieve que nos cortaba el paso. La falta de crampones y su acusado desnivel (calculamos que sería de un 57 %) desaconsejaban que nos embarcáramos en la aventura de cruzarla (al final de esa lengua, unos 700 metros más abajo, nos esperaba una formación calcárea de litopiedras terciarias, afiladas como alfanjes, dispuestas a descarnar el cuerpo de cualquier desventurad@ que cayera en ellas) .


Decidimos subir por la parte despejada de la ladera, bordeando la lengua, y buscar algún paso que nos permitiera continuar el camino sin sufrir bajas. Lo logramos y seguimos nuestra ruta. Este pequeño contratiempo había animado la marcha que, como ya he dicho, estaba resultando demasiado sosa.


Andábamos comentando el episodio anterior, cuando de repente … Ooooohhhhhhh…… ¿Alguna alteración del nivel freático? ¿Algún fenómeno Kárstico inusual?. ¿Alguna malformación en la corteza magmática astenosférica?. …. ¡Que va!. ¡Otra lengua de nieve!. ¡Cohones (dijo alguien) esto ya se anima demasiado!. En esta ocasión decidimos correr el riesgo y cruzarla sin más miramientos. Volvimos a conseguirlo y continuó la expedición.


Seguíamos comentando los dos episodios anteriores, cuando de repente …. Oooooohhhhh ……. Y así, ¡otras 14 lenguas más!. Claro que a partir de la tercera, las pasábamos patinando, de espaldas, haciendo filigranas, mortales, dobles tirabuzones, … …. En fin, un auténtico espectáculo digno de esta peña.


Proseguimos hasta llegar a un punto en el que se planteó la inevitable cuestión: ¿Continuamos por la ruta que tenemos marcada en el Gps, y que ¡por cierto! es la ruta oficial que teníamos prevista? O, por el contrario ¿Empezamos crestear y dejamos el Gps para mejor ocasión?. La duda ofende: ¡¡¡ QUE LE DEN AL GPS !!!. (Pobre Gps. Me parece que lo voy a cambiar por una Nintendo. ¡Para caso que le hacemos!)

No obstante, Carmen y yo decidimos continuar con la ruta marcada, y siguiendo las instrucciones de nuestro amigo Garmin nos adentramos por algunas veredillas y vericuetos que finalmente nos harían llegar al Barranco de Los Tejos. Aquí, el instinto atávico pudo más que la tecnología y decidimos coger un atajo, monte arriba, y coronar el Catifas por las bravas. Antes de llegar la cumbre, Carmen cogió otro atajo y salió al encuentro de otros andarines que habían quedado con ella en volver temprano a Granada.


Yo continué subiendo, y dos bocadillos y una manzana después que el resto de andarín@s, llegué a la cima.

Tras descansar un rato, y tirar unas cuantas fotos, iniciamos la vuelta.

Panorámica 360º desde el Alto de los Catifas


Durante todo el camino íbamos observando a nuestra izquierda los colosos de Sierra Nevada.


Llevábamos un paso tranquilo, hasta que Migue decidió poner ritmo de ¡a mi la Legión!. Llegamos a los coches en un pis pas. Deberían faltar unos 200 metros cuando sentí un tironcito en la ingle.

Llegados al final de la excursión, nos reunimos con Eva y Jesús que nos esperaban allí, tras haber decidido darse la vuelta antes de llegar a la cima. Realizamos una pequeña sesión de estiramientos.



Como Eva no se encontraba muy bien, le sugerí que quizás le viniera bien hacer el agachateaprietayquenoseteescapeelcocido. Mi sugerencia no tuvo éxito. Otra vez será.

Tras la sesión de estiramiento, efectué una nueva revisión personal: Pequeño pinzamiento muscular en zona superior de la espalda, Ok; Lumbar contracturada, correcto; Tendinitis en hombro izquierdo, progresando adecuadamente; Rodilla izquierda, hecha añicos; Rodilla derecha con suave dolorcillo reflejo del nervio ciático, también Ok; Ligero tirón en ingle derecha, en aumento. Recordé el título del libro aquel: “Si a los 60 no te duele nada, estás muerto”. Y me sentí completamente vivo. Un tironcito más vivo que cuando salí de casa. Si sigo así, a los 60 voy a ser un derroche de vida.

Como ya he dicho, Eva no se encontraba bien y no tenia ganas de quedarse a las inexcusables cervecitas. Migue y yo habíamos venido con ella en su coche, y decidimos que no podíamos dejar que se volviera sola. Renunciamos al refrigerio.

Solo después de que el resto de andarin@s me insistiera de forma “casi violenta” para que me quedara (Javi ¿te quedas?...... ¡Vale!), consentí en dejar que Eva se fuera sola con Migue. Había que oirles (a los dos): ¡Chaquetero! ¡Te vendes por una cerveza!. .. pero si yo solo voy a……. ¡Todos sois iguales!....... pero si es que..….

Me metí cabizbajo en el coche de Elena. Pero antes de arrancar llegó Migue (igual de cabizbajo que yo) y se metió también en el coche. ¡Había que oirme!: ¡Chaquetero!, ¡Te vendes por una cerveza!...... Me sentí fatal por dejarla sola.
Pero Eva, por si te sirve de consuelo, te diré que mi mala conciencia no me permitió disfrutar de las cervezas. Ni de la riquísimas papas a lo pobre con huevos. Ni de las deliciosas setas salteadas. Ni de los exquisitos platos de chorizo y morcilla (tan picantitos y jugosos). Ni del choto al ajillo. Y Migue se sentía como yo. Se sentía tan mal, que quiso seguir sufriendo ¡con otra fuente de papas con huevos! Lo pasamos francamente mal.




Pero que nadie se llame a engaño. Si llegamos a nuestras casas un poco más tarde de lo previsto, no fue porque nos entretuviéramos con ese pequeño picoteo. La realidad es que nos perdimos en el monte. ¡Que conste!
¡que más se puede pedir!