Sábado, 14 de Diciembre de 2024
Crónica: José Luis – Entra y disfruta de la experiencia vivida.
(José Antonio, Inma, Domingo, Joaquín, Jose Luis, Mati, Luis, Guille, Eva, Naxo, Jose Antonio, Loli, Manolo, Inma, Migue, M.Carmen, Mercedes, Mariano, Rafi, Mª José, M. Luz, Pepe, Carmen…)
Video Realizado por Naxo
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Fotos de Inma Andarina, José Luis, Reyes
DESCRIPCIÓN DE LA SALIDA
¡Lavín, compae, no veas (en Beas) el follaero en que nos metió el gepese de los janrelles! Al amigo Jose, su cacharrico con forma de móvil antiguo, que se supone que te guía por el buen camino y es una especie de sanctuspiritus cibernético y teiquigüei, más de una vez lo condujo, y con él al resto de intrépidos e intrépidas andarines y andarinas, no por la senda del mal, pero sí por caminos de perdición. ¡Hombre! perdidos, lo que se dice perdidos, no llegamos a estar. Vamos a dejarlo en despistados. Izquierda, izquierda, derecha, derecha, palante, patrás, un, dos, tres: la yenka (que es casi como decir la polka, o sea, una cosa del año de la nanica), bailamos en más de una ocasión hasta que por fin nos iluminó el gepese ése y retornamos a los senderos de la virtud. Unos senderos, por cierto, bien bonitos y, sobre todo, distintos a lo que muchas veces parece una rutina en esto de patear hasta el canrí esos campos y esos montes de Undivé.
Nadie vea en ese comentario una crítica a nuestro José Antonio. Yo en su caso, un completo analfabeto cibernético, estoy seguro de que me habría hecho el magué un lío de chachipé intentando con el cacharrico enhebrar la trilateración ésa y lo mismo hubiéramos aparecido en Polopos o por ahí. El gran José Antonio se despidió en su tarea de mentor y guía de la tropa con dos o tres camaleonatos de avance y vuelta atrás que no se los vamos a tomar a mal, qué va, todo lo contrario, tenemos que estarle agradecidos por la cantidad de sitios a los que nos ha llevado y hemos descubierto de su mano. Gracias.
Todo había empezado a eso de las 9,30 del sábado 14 de diciembre de 2024 en donde de costumbre, el Cubo, que ha sido hasta hace nada el lugar de trabajo de varios andarines y andarinas y que próximamente acogerá todo lo relacionado con los juzgados granadinos bajo el nombre de Ciudad de la Justicia. A lo peor esto nos obliga dentro de poco a tener que prescindir de la rotonda del Tío Oxidao como lugar de quedada para nuestras salidas, porque puede ser que una pareja de números de la Benemérita conmine al personar a no detenerse en semejante atrio. Ya veremos.
Algo más de una veintena de esforzados y esforzadas penibetistas respondimos a la llamada que convocaba a la última salida del año, rematada con un almuerzo navideño de confraternización. En el menú andariego, una ruta ligerilla en pasos y en dificultades montañeras: una circular inferior al miriámetro con origen y retorno en el pueblecillo de Beas, poblado por apenas mil almas, en el parque natural de la Sierra de Huétor. Los varios coches en que nos desplazamos se quedaron en las puertas del restaurante La Pradera, desde donde iniciamos nuestro discurrir.
El primer despiste se produjo cuando apenas habíamos avanzado cien metros. El gepese dice por acá, pero un beato allí presente opina que mejor por acullá. Al final el beato (no un tío rezando, sino uno de Beas, un aborigen) es quien lleva la razón y sus sabios consejos seguimos. Andando al principio cuesta abajo, pronto dejamos el pueblo y nos adentramos por un sendero ancho con mucha vegetación y variada y abundante arboleda a base de nogales, chopos, encinas, quejigos, olivos, pinos y otros. Un par de veces hay que cruzar, o más bien saltar, el hilillo de agua que atraviesa a lo ancho el camino y que es el río Beas poco después de su nacimiento.
Parece una cosa insignificante este afluente del Darro, pero no hay que olvidar que estas aguas, a través de la que se llamó acequia de los Arquillos, alimentaron durante siglos a al menos dos de los esplendorosos palacios árabes de los que hablan los libros antiguos y que se situaban a mayor altura que el Generalife: el de los Alixares, más o menos donde hoy está el cementerio, del que se cuenta que era más lujoso que la propia Alhambra; y el de Dar al-Arusa o Casa de la Desposada, que estaba en lo alto de la colina que corona la Silla del Moro. De ambos sólo quedan unos pocos restos de sus cimientos.
Avanzando, avanzando, llegamos a lo que pareció el segundo despiste de la función, propiciado, como queda dicho más arriba, por el maldito gepese de José Antonio, y de esta manera nos vimos obligados a superar un par de obstáculos ante los que algunos andarines llegaron a asustarse, aunque, en realidad, la cosa no era para tanto, apenas dos metros de desnivel que muy bien pueden salvarse por la ancestral y socorrida técnica del rastraculos. Gracias a ese descarrío nuestro (si es que lo era) pudimos apreciar lo que parece una recia y noble obra muy antigua de ingeniería en piedra, que se halla muy escondido entre la maleza de estos parajes y no está en las guías de senderismo. Se trata de un puente que hace mucho tiempo quedó sin uso, pero puede ser que por aquí discurriera el camino hacia Granada. En cualquier caso, nos sirve para pasar al otro lado del barranco y proseguir así nuestro dubitativo rumbo volviendo a la senda ancha.
La verdad es que desconozco el nombre de los lugares por los que sendereamos, pero acudiendo a Wikiloc, yo diría que lo que hicimos fue parte de la ruta que en esa web aparece bajo el título de Beas de Granada-Camino del Molino de Félix-Río Beas-Umbría de Cortés. Un camino fácil de andar y con poco desnivel, que en su último tramo desemboca en lo que se llama Camino Histórico de Beas.
Ese camino histórico era hasta el siglo XVII, quién lo diría, la principal ruta para desde Granada dirigirse a Guadix y a toda su comarca. Cuando el único medio de transporte que existía era el que se movía por tracción animal, antes de que Rolando Levanto abriera el Camino de San Antonio (o antiguo del Fargue), el tráfico entre Granada y Guadix discurría por estos pagos. Es el camino que, subiendo y bajando cerros, nos puede conducir al Sacromonte cañí, y si estuviéramos en tiempos de moros haríamos nuestra entrada en la ciudad por la puerta de Guadix Alta, situada en el actual Camino del Monte, más o menos a la altura de donde estuvo la discoteca La Fragua (sus cuevas vieron nacer algún que otro tierno romance adolescente hace ya más de cincuenta años, ¡ay!) también llamada del Sol o Bib-Axomais, para después, ya en donde acaba la Cuesta del Chapiz (que también tuvo el nombre de Alhacaba de Guadix) y empieza el Paseo de los Tristes, habríamos pasado bajo otro arco, el de la Puerta de Guadix Baja, la Bib-Adifax de nuestros ta-ta-ta-tarabuelos con turbante. Todavía existía una tercera puerta de Guadix, pero de ésta no se sabe su localización exacta y debía de estar no muy lejos. Todos esos datos están sacados de la guía de Gómez Moreno.
Por el Camino Histórico avanzamos rumbo a Beas, que ya se ve cercano. Este sendero se abre a panorámicas extensas de Sierra Nevada y deja contemplar todos los tresmiles (con escasa nieve a mediados de diciembre) desde una perspectiva poco trillada y fotografiada. En un recodo y ante una cortada nos hacemos varias fotos de grupo. Allí abajo se ve el pueblo de Dúdar, en el valle del río Aguas Blancas. Un poco más adelante nos encontramos con Loli y Manolo, que por motivos familiares no han podido hacer la excursión desde el principio y ahora se suman a la partida.
Ya pisamos las calles de Beas cuando son las 13,30. Unos cuantos se lanzan en pos de la molicie cerveceril. Otros cuantos y cuantas se proveen de pan casero y tortas. Y otros pocos más persiguen la excelente y afamada morcilla beata. Poco después y a bordo de los respectivos vehículos, arribamos al restaurante La Mora, término municipal de Huétor-Santillán, situado junto a una gasolinera al borde de la A-92, donde nos espera el agasajo postinero con el que rematar la jornada.
No puedo prescindir de un apunte histórico. Allá va. El pueblecillo de Beas fue a lo largo de los siglos un lugar de paso y de aprovisionamiento en el camino de Guadix, como atestigua la etimología de su propio nombre (Vía-Ax) que le pusieron los romanos, o eso se extrae de las varias webs que tratan la cuestión. Era una alquería dedicada a la ganadería y la agricultura. En tiempos ya bastante remotos y más prósperos, por aquí se criaba principalmente la morera, abastecedora de materia prima para la potente industria sedera granadina.
Quizás el momento histórico más comprometido y más conocido de Beas fue el del periodo 1936-1939, durante la Guerra Civil, porque formaba parte del círculo irregular que rodeaba a la ciudad de Granada, en poder de los facciosos, pero amenazada por las milicias republicanas con sede en Guadix (un círculo cuyos límites en julio de 1936 eran: Güéjar-Sierra, Sierra Nevada, Órgiva, Venta de las Angustias, La Malahá, Santa Fe, Láchar, Íllora, Cogollos-Vega, Huétor-Santillán, Beas de Granada, Quéntar y Dúdar; en toda la guerra sólo se vio ampliado hacia el sur, hasta la costa, tras la toma de Málaga en febrero de 1937). Cerca de aquí se libraron algunas escaramuzas en las pocas ocasiones en que los milicianos de Guadix intentaron la entrada en Granada, o sea, en julio y agosto de 1936. Y es que podemos afirmar que la matanza bélica entre hermanos en Granada se redujo a eso, a los primeros meses tras el golpe de estado (la otra, la de castigo al rojerío por sus ideas, duró todo el tiempo y llegó hasta la década de los cincuenta), mientras estuvo incomunicada con el resto de la zona en poder de los sublevados, que fue cuando sufrió unos pocos bombardeos aéreos que, aunque mataron en total a más de una veintena de paisanos, apenas causaron daños a las edificaciones. Simultáneamente, por los sectores de Huétor-Santillán y Guéjar-Sierra, el fiero Maroto capitaneaba los pocos intentos de revertir la situación que llevaron a cabo sus mesnadas. El resto del tiempo, hasta primero de abril de 1939, apenas se notó en nuestra ciudad que hubiera una guerra, salvo por el racionamiento y las escaseces de todo tipo.
Nos habíamos quedado a las puertas del restaurante La Mora, propiedad de los Contreras, primos de nuestra andarina Loli, lugar desde donde se vislumbra la mejor y más completa perspectiva del desconocido por la mayoría de penibetistas Cerro de los Machos, siempre oscurecido por la cercanía del imponente Veleta. En el interior de La Mora, en un reservado, nos acomodamos en dos mesas corridas y damos cuenta del menú a base de paella o migas y un segundo. A los postres suenan los villancicos más populares, pero falta la voz andarina más armónica, la de Carmen Moral, ausente por motivos familiares propios de las fechas en que estamos.
Viene a continuación la entrega a determinados andarines de premios en reconocimiento a la labor desarrollada en pro del mejor funcionamiento peñil durante la campaña que se nos va. La mayoría de estos detalles son libros de temática local, entre ellos uno que lleva por título “Visitar la Granada de San Juan de Dios”, que firma Matías de Mina Salvador O.H., y que es un recorrido por la vida y los lugares que centran la labor asistencial de Juan Ciudad Duarte en la Granada del siglo XVI, escrito por un hermano de la orden hospitalaria que éste fundara. Ese libro fue para mí en agradecimiento por las croniquillas que como la presente uno aporta a la web Andarina (por cierto, casi todas han desaparecido de la faz internetística, o yo soy tan zote que no doy con la tecla que permita acceder a ellas). No me lo esperaba ni creo merecerlo, pero prometo dar buena cuenta del librillo, aunque desde luego no sea yo muy apegado a las cosas de Iglesia. Y digo que no creo merecerlo porque el año que se nos va, el 24, servidor apenas se ha dejado ver en las actividades de ésta, nuestra noble peña, y, si no me equivoco, la última de esas crónicas data del mes de abril. Desde entonces, nada de nada. Y mi ausencia obedece a distintas razones, pero una de esas razones, tengo que confesarlo, ha sido la desidia, la falta de ilusión al ver que se convocan diferentes salidas y se apuntan sólo cuatro o cinco. Valga esto como un tipo de crítica (y autocrítica), que también es sano hacerlas.
Tras la entrega de los regalos, Pepe Aniceto, guitarra y voz potente, y éste que suscribe (vocecilla), le endilgan a la concurrencia aquella copla sentida que lleva por título Antonio Vargas Heredia. Por la parte que me toca, pido disculpas por las posibles ofensas a vuestras trompas de eustaquio y a vuestros tímpanos por semejante osadía (si al menos hubiera servido para poner fin a la pertinaz sequía…). Después, paharillos con su mae o ca mochuelo a su olivo y hasta la próxima.
Os estoy muy agradecido. La excursión y su remate han estado superiores. Soy inmensamente feliz de volver a veros y disfrutar de vuestra compañía. A la mayoría llevaba sin verles el flequillo desde hace un año. Espero que a partir de ahora aumente esa frecuencia. Os quiero. Y, si habéis llegado leyendo hasta aquí, ya es que os adoro.
Felices fiestas. Besos.