Fin de semana, 15-17 de Noviembre de 2024
Crónica: Mati – Ignacio – Entra y disfruta de la experiencia vivida.
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Fotos de Peña Andarina
PRIMAVERA DE COBRE
La idea de sumergirnos en la magia del otoño del Valle del Genal llevaba rondando nuestras mentes desde hacía tiempo. Tras consultar a nuestro experimentado guía, Rafa Flores, quien ya nos había desvelado los secretos de aquella tierra, decidimos aventurarnos a finales de noviembre. La naturaleza, como siempre, tenía otros planes. Una inesperada “Dana” azotó la región días antes, pero la suerte nos sonrió y logramos escapar de las lluvias para adentrarnos en un paisaje teñido de cobre.
A pesar de los restos de la tormenta que aún azotaban la región, un grupo de 18 almas aventureras partimos el viernes hacia la encantadora Ronda. Tras un viaje en caravana, cada cual a bordo de su propio vehículo, nos reunimos en la ciudad, listos para explorar sus rincones. La variedad de alojamientos, desde lujosos hoteles hasta acogedoras hosterías, prometía una experiencia tan diversa como nuestro grupo. Coordinados a través de nuestro grupo de WhatsApp, acordamos encontrarnos para planificar nuestra aventura del sábado. Sin embargo, un pequeño contratiempo ensombreció nuestros planes iniciales: una de nuestras compañeras sufrió un esguince de tobillo, poniendo en duda su participación en las rutas.
Puntuales como relojes suizos, nos reunimos a las nueve de la mañana en la emblemática Plaza de Toros. Tras un breve trayecto, llegamos al pintoresco pueblo de Parauta, donde las casas encaladas, adornadas con macetas y sillas de anea, nos dieron la bienvenida. El polideportivo nos ofreció un cómodo estacionamiento, y con la emoción a flor de piel, nos adentramos en las empinadas calles del pueblo, ansiosos por iniciar nuestra aventura. Incluso nuestra compañera, a pesar de su tobillo, y la fiel Nala nos acompañaron, demostrando una valentía encomiable.
El Bosque Encantado nos recibió con sus brazos abiertos. Entre figuras de cuento, nos sentimos como niños explorando un mundo mágico. Tras dejar atrás las criaturas fantásticas, nos adentramos en un sendero que nos condujo a través de paisajes cambiantes. Las vistas de Cartajima desde los miradores eran espectaculares, pero nada se comparaba con la emoción de explorar el bosque de ribera. Los arroyos, convertidos en pequeños obstáculos, nos obligaron a ponernos a prueba y a colaborar en equipo. Nuestros GPS, a pesar de sus sofisticados sistemas, no pudieron con la complejidad del terreno. Rodeados de un verde intenso que contrastaba con el cielo azul, nos sentimos como auténticos exploradores, ansiosos por descubrir qué nuevas sorpresas nos depararía el camino.
Tras un emocionante descenso, llegamos al pintoresco pueblo de Igualeja. Cruzamos el puente sobre el río Hiladero y aprovechamos para rehidratarnos. Mientras algunas de nuestras compañeras se entregaban al romanticismo en el “banco del beso”, el resto exploramos el pueblo, donde encontramos un pequeño tesoro: una tienda que vendía castañas y miel local. Con nuestras provisiones, seguimos nuestro camino hasta el nacimiento del río Genal, un lugar mágico que nos dejó sin aliento. El chiringuito nos recibió con los brazos abiertos, y no dudamos en probar sus especialidades. La cuesta de la Tetona nos puso a prueba, pero el espíritu de equipo nos ayudó a superar el desafío. Al llegar al punto de partida, nos dimos cuenta de que habíamos recorrido 14 kilómetros llenos de aventuras. Para celebrar, nos reunimos en un pequeño restaurante, donde disfrutamos de una comida copiosa que nos dejó completamente satisfechos.
De vuelta a Ronda, el grupo se dividió: unos prefirieron descansar y otros, como yo, nos aventuramos al Tajo. Las vistas eran simplemente espectaculares, y no pudimos resistir la tentación de compartirlas con nuestros compañeros a través de nuestro grupo de WhatsApp. El bar La Lechuguita nos esperaba con los brazos abiertos. Las tapas estaban buenísimas, y la especialidad de la casa, la lechuga aliñada, era una auténtica sorpresa. Tras la cena, decidimos que aún no habíamos tenido suficiente y nos dirigimos a una confitería, donde nos dimos un atracón de dulces. ¡Qué manera de terminar un día perfecto!
El domingo, puntuales a nuestra cita, nos reunimos nuevamente en la plaza de toros para dirigirnos al Bosque Centenario de Pujerra. La ruta que nos esperaba prometía ser espectacular, y así fue. Desde el primer momento, nos sumergimos en un manto de hojas doradas y castañas que cubría el suelo como una alfombra. La altitud y las recientes lluvias habían intensificado los colores otoñales, creando un paisaje de ensueño. Sin embargo, nuestra aventura se vio truncada al encontrarnos con una valla que nos impedía el paso. Al parecer, los propietarios de las fincas estaban cansados de las intrusiones y de la recolección indiscriminada de castañas, un recurso que constituye una importante fuente de ingresos para la región. Estos incidentes, sumados a la plaga de la avispilla china, habían generado una gran preocupación entre los habitantes del valle, como pudimos comprobar por los carteles que advertían sobre la importancia de consumir productos locales.
Exploramos el bosque en busca de castañas, pero la mayoría estaban podridas o ya habían sido recogidas. Sin desanimarnos, seguimos adelante, adentrándonos en un sendero que parecía sacado de un cuento de hadas. El rosal de castaños centenarios fue el descubrimiento más emocionante de la mañana. Rodeados de estos gigantes de la naturaleza, nos sentimos pequeños e insignificantes. El mercadillo local nos ofreció la oportunidad de llevarnos un pedacito de la naturaleza a casa. Con nuestras compras bajo el brazo, regresamos a nuestro punto de partida, llenos de recuerdos y con la promesa de volver pronto.
Con la sensación de haber vivido momentos únicos, despedimos este fin de semana. La compañía de amigos, el contacto con la naturaleza y la emoción de cada aventura hacen de estos planes algo que esperamos repetir muy pronto. ¡Ya estamos deseando la próxima escapada! Y por supuesto, ¡no olviden la promesa de esa dulce recompensa!